La verdad, un consenso posible

Los valores sobre los que se ha asentado Occidente durante dos mil años han entrado en crisis. Este ensayo trata de dar razón de este hecho. Para ello se hace un rápido recorrido por la historia de la filosofía, comparando el paganismo clásico, el pensamiento cristiano y la secularización del cristianismo llevada a cabo por la filosofía moderna.

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2003 Rialp
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En la lectura de que ella se hace en nuestros días, la "verdad" tiene un hedor de palabra brusca, dura, intolerante, y se la subestima porque parece que en su semántica alberga un poder excluyente. Nos han enseñado a abdicar de la necesidad de conocer la verdad de las cosas porque cada familia humana tiene sus costumbres, sus opiniones, cada uno se rige por sus propios mecanismos de supervivencia... Sin embargo, la razón y el corazón del hombre gimen de continuo por hallar, en el dédalo de los argumentos y las decisiones cotidianas, ese espejo común en el que todos nos miramos y nos reconocemos. Si la búsqueda de la verdad no fuera nuestra primera exigencia nos debería importar un rábano la vida de los dalits (los intocables de la India), cuyo deambular descorazonado se derrumba en una conculcación de derechos permanente. La verdad no es una pancarta de reivindicación étnico-localista, sino una apertura a la trascendencia: a los demás, al mundo, a Dios. Es una muestra de que el hombre no es autosuficiente, sino que debe abrirse a cuanto le rodea más allá de los propios gustos, opiniones y sentimientos.
El libro de Rafael Corazón, profesor de filosofía de Málaga, tiene el acierto de hacer un repaso a la historia de la filosofía desde la noción de verdad (y de bien), y cómo ha influido sobre ella el naturalismo de los filósofos clásicos, el cristianismo y los pensadores de la modernidad. Desde luego, el autor no tiene la eficacia literaria de un Jostein Gaarder con El mundo de Sofía, sin embargo, nos aporta una manera de mirar la realidad filosófica con la veneración del que sabe que se juega su vida en el empeño de entender si la verdad es o no alcanzable. En palabras de Aristóteles: "El hombre es un ser para la verdad, un ser que sólo descansará conociéndola".
El autor subraya la aportación valiosísima del cristianismo a la historia de la filosofía con su definición de persona, más allá de la clásica de "animal racional". Ser persona implica inteligencia y voluntad libres que, unidas a su vocación a entrar en diálogo con Dios, hacen de él un ser capaz de elevarse por encima de la creación. Por eso, el hombre supera esa manera estoica de "proceder de acuerdo con la naturaleza", en una permanente auto conservación. Rafael Corazón llega a decir, en sus comentarios a la filosofía estoica, que el naturalismo es muy poco natural, divinizar la naturaleza no es razonable ya que la naturaleza es camino hacia la trascendencia. Y recoge las palabras de San Agustín en sus Confesiones: "Pregunté a la tierra, y me dijo: no, no soy yo; pregunté a la brisa y el aire me dijo: Anaxímenes se equivocó, yo no soy tu Dios".
Dora Rivas