Memoria e identidad

El libro surgió de una larga conversación entre el Papa y dos profesores de filosofía política polacos y recoge las reflexiones del Pontífice sobre patria y nación, libertad y responsabilidad, el mal indentificado con las ideologías totalitarias, la relación entre Iglesia y Estado, la construcción de Europa...

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
2005 La esfera de los libros
170
Valoración CDL
4
Valoración Socios
3.857144
Average: 3.9 (7 votes)
Interpretación
  • No Recomendable
  • 1
  • En blanco
  • 2
  • Recomendable
  • 3
  • Muy Recomendable
  • 4

7 valoraciones

Género: 

Comentarios

Imagen de enc

Ciertamente uno buscaría en este libro una condena del nacionalismo, pero no está. Juan Pablo II cada vez que rechaza el nacionalismo añade el calificativo "exacerbado", con lo cual elude pronunciarse sobre el concepto mismo. No podemos pensar que los polacos no sean nacionalistas y tampoco olvidamos que la Santa Sede fue el primer Estado que reconoció la independencia de Croacia. Creo que en el libro se habla de algo de eso. La cuestión, como tantas veces, está en la definición del concepto.

El nacionalismo tiene al menos dos vertientes, una política y otra jurídica. En el aspecto político el nacionalismo, tal como lo conocemos, es la afirmación de un pueblo por contraposición a los demás, especialmente al vecino o al que tiene sobre nosotros algún tipo de poder. Pienso que Juan Pablo II rechaza ese tipo de nacionalismo para sustituirlo por el patriotismo: amor a la patria que no excluye el amor a las demás patrias, a las de los demás. Pero hay un nacionalismo jurídico y constitucional que afirma que la nación es la base del Estado, y esa frase también se contiene, casi literalmente, en Memoria e Identidad.

Ésta es la cuestión que algunos quieren plantear ahora mismo en España: Nación y Estado, Estado y nación. Hay algunos nacionalistas -democristianos- que apoyan esa identificación; por lo tanto y de algún modo estarían de acuerdo con Juan Pablo II. Hay un último concepto de nacionalismo que es el nacionalismo cultural, el cultivo de la identidad colectiva a través de la cultura. Creo que ese tipo de nacionalismo lo defiende Juan Pablo II en su discurso a la Unesco y lo defendió en su juventud a través del cultivo -incluso clandestino- del teatro polaco. Pero la cultura es mucho más que literatura y hoy se habla del mestizaje de las culturas. Todas las culturas tienen su centro en el hombre, más allá del ídolo de la política.

Pienso que Memoria e Identidad no es un libro acabado, sino un principio para la discusión y el diálogo. De hecho y como sabemos es un libro de conversaciones y no una tesis.

Imagen de acabrero

Es el último libro de Juan Pablo II y es tremendamente sugerente. Aparentemente puede parecer una mezcla entre cuestiones que podrían parecer políticas, pero que son filosóficas, cuando el anterior Papa analiza algunas cuestiones referentes al concepto de patria. En realidad estamos ante un análisis profundo de cómo es la sociedad europea. Análisis realizado por una persona que ha vivido todos los acontecimientos más importantes del siglo pasado en Europa. Merece la pena su lectura desde todos los puntos de vista.

Imagen de fcrosas

Recomendabilísimo en estos tiempos recios, por su optimismo antropológico y teológico. Muy bueno para almas desencantadas de la Modernidad. Y muy saludable para quien piense que en el nacionalismo hay algo bueno.

Imagen de JOL

Un mensaje conmovedor
Se trata de un libro sencillo de seguir para un público medio, pero no de un libro fácil, porque supone cierto nivel de pensamiento y de información sobre las corrientes profundas de la sociedad y de la Iglesia. Quienes estén familiarizados con la filosofía pueden admirar la capacidad de síntesis de Juan Pablo II sobre le pensamiento moderno, especialmente desde la Ilustración. Los teólogos pueden advertir la hondura del planteamiento teológico del Papa, y los sacerdotes comprenderán que su pastoral tiene que ser dinamizada de continuo por la esperanza en Cristo que mira siempre adelante: «El límite impuesto al mal por el bien divino se ha incorporado a la historia del hombre, a la historia de Europa en particular, por medio de Cristo. Así pues, no se puede separar a Cristo de la historia del hombre. (…) De hecho, ¡sólo en Él todas las naciones y la humanidad entera pueden “cruzar el umbral de la esperanza”!» (p. 30).

Finalmente podemos decir que es una obra conmovedora porque vemos la estatura intelectual de Juan Pablo II, instrumento elegido por Dios para llevar la Iglesia al tercer milenio. Pero el viajero de Dios curtido en mil batallas se encuentra ahora en el tramo final de su vida y se desmorona el hombre exterior. Los que se preocupa tanto por la renuncia del Papa para que no sufra podrían también atender a sus razones más sobrenaturales: «Todo este sufrimiento existe en el mundo también para despertar en nosotros el amor, que es la entrega de sí mismo al servicio generoso y desinteresado de los que se ven afectados por el sufrimiento. En el amor, que tiene su fuente en el Corazón de Jesús, está la esperanza del futuro del mundo» (p. 208). Así acaban estas confidencias de Juan Pablo II, verdadero icono de la fuerza que limita la acción del mal en el mundo. Y vemos, en definitiva, que Dios se luce cuando un hombre corresponde fielmente a la vocación recibida y cumple su misión hasta el fin. Como Cristo en la cruz, que vence al mal con el bien. Esa es la firma de Dios

Imagen de cdl

La obra recoge las conversaciones que Juan Pablo II mantuvo con dos filósofos polacos, Michalski i Tischner, así como las mantenidas con su secretario personal con motivo del atentado de 1981. En la primera parte del libro, Juan Pablo II realiza una reflexión filosófica que posee una potente carga política. Y en este sentido, es necesario recordar que ,antes de ser Papa, Karol Wojtila ya era un intelectual reconocido como filósofo destacado de la escuela personalista de Cracovia. A aquellos fundamentos y a su experiencia cristiana, se le añade todo el bagaje de su largo pontificado. El resultado es de obligada lectura. De su texto, unos datos son relevantes y vale la pena significar:

En primer lugar la diferenciación, por otra parte ya conocida en su discurso a la UNESCO de 1980, entre nacionalismo, como concepción que tiende a idolatrar la nación, y patriotismo como expresión del amor a la patria, al propio país.

Una segunda referencia remarcable es la focalización clara de que el problema del mal, a la escala en que se ha vivido en el siglo XX, radica en la exclusión de Dios. El hombre “sin Dios puede decidir lo que es bueno y lo que es malo y también puede disponer que un determinado grupo de seres humanos debe ser aniquilado”.

La tercera cuestión es fundamental. Juan Pablo II se interroga sobre “si no estamos delante de otra forma de totalitarismo falazmente encubierta bajo las apariencias de la democracia”. No es que rechace el sistema, como es lógico, y claramente lo dice cuando afirma que “la ética social católica apoya en principio la solución democrática porque responde mejor a la naturaleza racional y social del hombre”. Pero al mismo tiempo, añade que “está lejos de canonizar aquel sistema”. La combinación de unas democracias que cada vez sufren más en su credibilidad y participación, como nos lo recuerda el reciente referéndum en España, ligada a una clase política que en su mayor parte se mueve entre el discurso tópico y la mentira formalizada, o si se quiere más suave la deformación exagerada de la realidad (sin necesidad de hacer memoria, baste recordar las declaraciones de Zapatero después del “hola amigo” de Bush), unido al creciente poder de los grupos mediáticos que a través del control de medios distintos consiguen deformar interesadamente la realidad, cuestionan profundamente la validez de nuestra democracia que (no lo olvidemos) es un procedimiento, un medio, para servir a la libertad y a la justicia.

El Papa también sitúa como un problema central de nuestro tiempo la ideología de la desvinculación: “Ser libre, serlo del todo sin frenos ni vínculos obrando sólo según los propios juicios”; y apunta con otras palabras al carácter estructurador de la política actual que se ha otorgado al deseo “los caprichos”, dice Juan Pablo II.

Éste es un libro de lectura obligada, pero no sólo esto, sino como llamada a la capacidad de traducir en respuestas políticas, es decir, en propuestas a los ciudadanos, tanto sus diagnósticos críticos como los propositivos.

Imagen de cdl

ALGUNOS PÁRRAFOS LITERALES, DEL CAP III.
Me ha sido dado tener la experiencia personal de la realidad de las «ideologías del mal». Es algo que permanece indeleble en mi memoria. Primero fue el nazismo. Lo que en aquellos años se pudo ver era ya algo terrible. Pero muchos aspectos del nazismo, en esa fase, de hecho estuvieron ocultos. La dimensión real del mal que se desencadenaba en Europa no fue percibida por todos, ni siquiera por aquellos entre nosotros que vivían en el centro mismo de aquel torbellino.
Vivíamos precipitados en una gran erupción de mal (...). Tanto los nazistas durante la guerra como, más tarde, en el Este de Europa los comunistas, intentaban ocultar ante la opinión pública lo que hacían. Durante largo tiempo Occidente no quiso creer en el exterminio de los judíos (...). Ni tampoco en Polonia se sabía todo sobre lo que los nazistas habían hecho y hacían a los polacos, ni sobre lo que los soviéticos habían hecho a los oficiales polacos en Katyn (...).

Más tarde, ya después de la guerra, pensaba para mí: el Señor Dios ha concedido al nazismo doce años de existencia y después de doce años aquel sistema se ha derrumbado. Se ve que aquél era el límite impuesto por la Divina Providencia a una locura tal. En verdad, no había sido sólo una locura –había sido una «bestialidad», como escribió Konstanty Michalski. Pero de hecho la Divina Providencia concedió sólo aquellos doce años al desencadenamiento de ese furor bestial. Si el comunismo ha sobrevivido más tiempo y si tiene aún ante sí, pensaba entonces para mí, una perspectiva de ulterior desarrollo, debe haber algún sentido en todo esto. (...)

Se tenía entonces la clara sensación de que los comunistas habrían conquistado Polonia y que habrían ido más allá, a Europa occidental, proyectándose a la conquista del mundo. En realidad no se llegó a tanto. «El milagro del Vístula», o sea el triunfo de Pitsudski en la batalla contra el Ejército Ruso detuvo estas pretensiones soviéticas. Tras la victoria en la segunda guerra mundial sobre el nazismo, de hecho, los comunistas se disponían con atrevimiento a adueñarse del mundo y, en todo caso, de Europa. Al principio ello llevó a la repartición del Continente en esferas de influencia. Fue éste el acuerdo alcanzado en la Conferencia de Yalta de febrero de 1945, un acuerdo sólo aparentemente respetado por los comunistas, que lo transgredieron de hecho de varias maneras. (...). Para mí, entonces, estuvo inmediatamente claro que aquello duraría un tiempo mucho más largo que el nazista. ¿Cómo de largo? Era difícil preverlo. Lo que venía a la mente es que aquel mal fuera de algún modo necesario al mundo y al hombre. Sucede, de hecho, que en ciertas situaciones concretas de la existencia humana el mal se revela en alguna medida útil –útil en tanto en cuanto crea ocasiones para el bien.