Recuerdos de Jaime Fuentes Marín, nacido en Montevideo (Uruguay), en 1945. En 1964 viajó a Pamplona (España) para graduarse en periodismo en la Universidad de Navarra, profesión que ha ejercido en diversos periodos de su vida y le ha llevado a publicar distintos títulos. En Pamplona solicitó la admisión en el Opus Dei y conoció a su fundador, san Josemaría Escrivá. Los recuerdos sobre éste ocupan una parte importante del libro y corresponden al periodo 1964-1974.
En 1973, Fuentes fue ordenado sacerdote y volvió a Uruguay. Entre 2010 y 2020 ejerció como obispo de la diocesis de Minas. Durante su episcopado aumentó el número de sacerdotes, se restauró la catedral e impulsó la construcción de una capilla dedicada a la Virgen Santísima en el monte del Verdún, principal lugar de peregrinaciones marianas de Uruguay. En la capilla se invoca a María como Madre de la Misericordia. El autor se ve a sí mismo como una pluma blanca arrastrada por el viento del amor de Dios.
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Conocí a Jaime Fuentes en
Conocí a Jaime Fuentes en 1971, en el colegio mayor Belagua, en Pamplona (España). Allí fue -dice el autor- donde solicitó la admisión como socio numerario del Opus Dei: "Porque quiero ser santo" -escribió el joven al fundador y prelado de la Obra (pág.51).
Jaime había nacido en Uruguay, en 1945, y nos contará sus sucesivas ocupaciones como periodista, sacerdote y obispo: Como una pluma blanca -titulará el libro- arrastrada por el viento. Comienza por su juventud, cuando hacía la preparatoria en Uruguay y se dedicaba intensamente a la música. Con una buena voz, era una delicia escucharle entonara a la guitarra una zamba argentina. Pero aquello era una afición y un día, el director de la residencia Iará, en Montevideo, le sugirió la que iba a ser su primera vocación: "¿Te das cuenta del bien que podrías hacer siendo periodista? Influir en la opinión pública, transmitir ideas cristianas... ¿Por qué no lo pensás?" (pág.21).
J.F. fue siempre comunicativo y el periodismo casaba bien con su carácter, por lo que en1964 viajó a España para estudiar en el Instituto de Periodismo de la Universidad de Navarra. Terminó esos estudios en 1967, que dejaron huella en su carácter. En el futuro no desperdiciaría ocasión para ejercercitarse como comunicador. La segunda vocación de Jaime fue la de su entrega a Dios. El autor la explica de forma concisa, con buen humor. "Era bien consciente -explica- de que me estaba jugando la vida a una sola carta" (pág.212). La expresión jugarse la vida a una carta encierra un doble sentido: Como expresión de incertidumbre en el futuro y como la carta que había de escribir al prelado del Opus Dei solicitando la admisión. Más tarde - recuerda: "Miré al crucifijo de la pared y le dije: 'Tú verás qué hacemos'. Me acosté y me dormí con una alegría tan grande como la luna" (pág.51).
Una vez graduado, Jaime viajó a Roma para cursar estudios de teología y aprender el espíritu del Opus Dei directamente del fundador de la Obra: el Padre. Desde el principio tuvo claro que si el Padre le pedía que se ordenase sacerdote su respuesta iba a ser positiva. Para Escrivá, la ordenación sacerdotal de un hijo suyo no significaba una nueva vocación sino un modo nuevo de servir a Dios revestido de una digidad inmensa, la dignidad de actuar en nombre y en la persona de Cristo (San Josemaría Escrivá, homilía Sacerdote para la eternidad).
Es imposible resumir las enseñanzas espirituales que Jaime iba a recibir del Padre en el bienio 1967-1969; nos vamos a centrar en las inquietudes que llenaban su alma. En primer lugar sufría por la confusión existente en la Iglesia de Cristo que, a decir del papa Pablo VI, parecía querer "autodestruirse". Con dolor, san Josemaría pedía a los que le escuchaban: "No nos podemos desentender de esto [ defender a la Iglesia]. Nos hemos negado un amor en la tierra para salvar a las almas. ¡Tenemos más deber y más derecho!" (pág.214).
La inquietud habitual de san Josemaría era la configuración jurídica del Opus Dei. La Obra era para el derecho canónico un Instituto Secular, pero, a pesar de su denominación, a dichos Institutos les faltaba un rasgo esencial del Opus Dei: la secularidad. En la Obra se buscaba la santidad en las ocupaciones ordinarias de la de cada día, algo que había postulado para el laicado el Concilio Vaticano II (pág.127). A decir de José Miguel Ibañez Langlois: "Gestos cotidianos trascendidos de eternidad" (pág. 203). No sería hasta 1982 cuando se iba a aprobar lo que entonces se consideraba el régimen jurídico definitivo del Opus Dei, adecuado a su inspiración fundacional. Jaime Fuentes señala cómo habían de transcurrir cuarenta años para comprobar que lo que se consideraba definitivo, aprobado por el papa Juan Pablo II, no lo era tanto, y cómo había personas interesadas en que no lo fuese. El Opus Dei, una vez más, hubo de obedecer (pág.133).
"Se me hace de noche, hijos míos" (pág.102). El fundador de la Obra, agotado, se veía en la recta final de su vida y decía a sus hijos: "Vosotros sois la continuidad". Como había hecho en otras ocasiones, el Padre acudió a María Santísima en los principales santuarios marianos de Europa y América. Pedía a la Madre que "acortase el tiempo de la prueba". Así explicó a sus hijos: "He hecho el propósito de no parar de decir, hasta que me muera, que la Madre de Dios es Madre nuestra" (pág.129). Estas palabras dejaron su impronta en Jaime Fuentes, como se vería más adelante. "Cor Mariae dulcissimum -rezaba el Padre-, iter para tutum": Dulcísimo Corazón de María, prepara un camino seguro.
En 1972, en Madrid (España), Jaime Fuentes fue ordenado sacerdote junto con otros cincuenta miembros célibes del Opus Dei. Volvió a Uruguay, donde iba a desarrollar su ministerio sacerdotal. No fue hasta 2010, cuando tenía sesenta y cinco años y cualquier otro hubiera suspirado por retirarse del servicio activo, cuando Fuentes fue consagrado obispo y recibió el encargo de regir la diócesis de Minas, en Uruguay. En ésta se preocupó por incorporar nuevos sacerdotes, cuidar de los que ya tenía, restaurar la catedral, e impulsar la edificación de una capilla dedicada a María Santísima en el monte del Verdún, principal centro de peregrinaciones marianas de Uruguay. Puso el templo bajo la advocación de Madre de la Misericordia. (pág.202). En el año 2020 asistió al Sínodo de los Obispos, en Roma, donde realizó una propuesta inspirada en san Josemaría Escrivá:
"¿Cómo extender más -dijo a los obispos allí reunidos- la devoción a la Madre de Dios y Madre nuestra? Tengo una ilusión: Que sea definida como verdad de fe la Maternidad espiritual de María" (pág.205) sobre todos los hombres. Cumplidos los setenta y cinco, Jaime presentó a la Santa Sede la preceptiva renuncia como obispo de Minas y, desde entonces, atiende como capellán un centro de la tercera edad en Montevideo.
El libro se lee muy bien. Como periodista, el estilo de J.F. es claro y sintético. Para los que hemos conocido el Opus Dei, a san Josemaría Escrivá y al propio Jaime Fuentes resulta entrañable y plantea una pregunta: ¿Cómo es posible que Dios Nuestro Señor se sirva de instrumentos humanos tan desproporcionados, para realizar con su pequeñez obras tan grandes? En este sentido el libro puede ser adecuado para plantear la vocación a l@s jóvenes.