Dos papas

EL AUTOR HA SIDO TESTIGO PRIVILEGIADO DE LAS PROFUNDAS TRANSFORMACIONES DEL MUNDO Y DE LA IGLESIA EN LAS ÚLTIMAS DÉCADAS. EN ESTE LIBRO NARRA SUS VIVENCIAS CON BENEDICTO XVI Y FRANCISCO.

Un hombre de corazón eclesial. Así describe el papa Francisco al cardenal Herranz en el prólogo de este libro. Una de las claves de lectura es el amor a la Iglesia y al papa, sea quien sea, que atraviesa todas sus páginas. Otra sería el Concilio Vaticano II y su aplicación en la vida cotidiana del Pueblo de Dios, que llama a todos a conocer y amar a Cristo y a difundir su mensaje de salvación. Por eso, más allá de una continuación de los recuerdos sobre san Juan Pablo II y san Josemaría Escrivá recogidos en su anterior libro En las afueras de Jericó, se despliega, partiendo de sus vivencias con Benedicto XVI y el papa Francisco, una panorámica de la Iglesia.

Desde hace seis décadas, ha sido testigo privilegiado de las profundas transformaciones del mundo y de la Iglesia. Su mirada, de largo alcance hacia el pasado, no permanece ahí, sino que alcanza y apuesta también por el futuro. El futuro de una Iglesia que sigue siendo la misma que nació en el cenáculo de Jerusalén y soñaba con llegar a todas las naciones (Mt 28-19) anunciando el Evangelio de la alegría.

Mis recuerdos con Benedicto XVI y Francisco.

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
2023 Ediciones Rialp
390
9788432164699

Subtítulo: Mis recuerdos con Benedicto XVI y Francisco.

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Julián Herranz nació en Baena (Córdoba) en 1930. Cursó estudios de Madicina y Psiquiatría en Madrid, donde conoció al sacerdote Josemaría Escrivá, fundador del Opus Dei. En 1955 fue ordenado sacerdote de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz y Opus Dei y realizó estudios de Dereccho Canónico. En 1960 la Santa Sede solicitó al Opus Dei un canonista para trabajar en la curia y Escrivá designó a Julián Herranz.

En Dos papas, el autor manifiesta lo que han sido sus treinta y tres años trabajando para la Santa Sede: "Un concilio ecuménico, cinco cónclaves, dos años santos multitudinarios, innumerables sínodos y tres grandes refoermas de la Curia romana" (pág.343). En 1994, el papa Juan Pablo II le nombró presidente del Consejo Pontificio para los Textos Legislativos y en 2003 le elevó al cardenalato. Al cumplir los ochenta, Herranz cesó en sus cargos de la curia, pero los pontífices siguieron contando con él para encargos puntuales, como la investigación del caso llamado Vatileaks.

En este libro Herranz reproduce algunos textos de su correspondencia con el papa Francisco; al solicitar autorización del pontífice para hacerlo, el papa le contestó por carta que el hecho de haber escrito este libro a los noventa y dos años le había dejado "sin palabras" (pág.16); aunque en la portada se anuncie como un Prólogo del papa Francisco, en realidad se trata de la reproducción de esta carta del papa.

El libro contiene abundantísima información sobre la participación de Herranz en los pontificados de Benedicto XVI y el papa Francisco; en ambos casos con gran afecto hacia los pontífices, pero es en los últimos capítulos donde encontramos algunas cuestiones de actualidad. En primer lugar el autor se esfuerza por aclarar el significado del vocablo sinodalidad; no se trata de democratizar la Iglesia sino de la participación de todos los fieles en la vida de la misma, trabajar juntos, corresponsabilidad en la escucha del Espíritu Santo (pág.367). Aparentemente sería lo contrario del clericalismo y obedece a un concepto difundido por el último Concilio, el de Pueblo de Dios.

Herranz se pregunta cómo es posible que la doctrina, a partir del Concilio, haya sido unánime la hora de aconsejar la participación de los laicos en la vida de la Iglesia -una eclesiología de comunión-, pero que a pesar de ello los laicos parezcan cada vez más alejados de la Jerarquía (pág.364). El autor admite que las reformas importantes tardan en comprenderse e implementarse (pág.374), pero, aún así, lamenta que la reforma se haya quedado en el plano de la teoría -v.gr.: la creación de consejos pastorales parroquiales y diocesanos- y ve necesaria una conversión pastoral para superar definitivamente el clericalismo (pág.367).

Por lo que se refiere a la Constitución apostólica Praedicate Evangelium, publicada el 19 de marzo de 2022, por la que se reorganiza la Curia romana, Herranz escribe: "Manifesté al papa mi sorpresa porque las prelaturas personales hubieran sido incluidas en el Dicasterio para el Clero, incluso aquellas en las que un número elevado de laicos prestasen su colaboración" (pág.358). Es fácil que el cardenal estuviese pensando en el Opus Dei, institución laical que, con el auxilio de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, hace realidad en la Iglesia la llamada de los laicos a la santidad y el apostolado; ahora esa realidad quedaba incluida en el Dicasterio para el Clero.

"El papa -continúa el autor- me contestó que esa era una decisión de los canonistas" (pág.358); pienso que es una respuesta que podíamos intuir, que tal medida no provenía del pontífice sino de uno o más canonistas que, sabedores que Juan Pablo II no había deseado ese régimen para el Opus Dei, ahora le aplicaban literalmente el canon 294 del Codex: "Prelaturas personales que consten de presbiteros y diáconos del clero secular"; dado que el fundador de la Obra nunca había deseado para la institución un régimen excepcional o de privilegio, el Prelado se dispuso a modificar los Estatutos aprobados por Juan Pablo II para adaptarlos a la nueva disposición.

El último detalle de actualidad lo encontramos en la página 250 y siguientes. Explica el autor cómo se había organizado en el santuario mariano de Torreciudad, en la diócesis de Barbastro (España), un Seminario Interreligioso acerca de la encíclica papal Laudato Si', al que asistieron representantes de ocho confesiones religiosas y expertos de hasta quince países. Añade Herranz que el Seminario contó con el apoyo de dos fundaciones y recibió un mensaje de alabanza del papa Francisco. Es posible -aunque se trate de una hipótesis mía- que, si no contaron con el Obispo diocesano, éste se sintiera perplejo ante tal desfile de personalidades por el territorio diocesano sin su conocimiento, y optó por reclamar la dirección del santuario, situación en la que nos encontramos en la actualidad. Insisto que se trata de una hipótesis mía.

En conclusión, el libro de Herranz proporciona abundante información sobre sucesos eclesiales de los últimos pontificados, se atreve a analizar los aspectos eclesiales negativos y, en todo caso, pone de manifiesto su amor y respeto por los últimos pontífices. Para lectores interesados.

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Más que unas memorias esta obra es la exposición de las cuestiones importantes tratadas durante tantos años, con abundante y precisa documentación compatible con la fluidez del relato. Un mundo en crisis y una Iglesia que navega en medio de las tormentas necesitan la esperanza y el buen trabajo de los pontífices y de sus colaboradores como Julián Herranz. Es un libro optimista y positivo con un enfoque de fe vivida que destaca lo mejor de las personas y el valor de las crisis para quien sabe que Dios actúa siempre en su Iglesia. Merece ser destacada su comprensión con todos aun en los casos difíciles y hablar bien de las personas sin soslayar algunas dificultades. El Cardenal Herranz es un hombre de Iglesia y de Dios. Leer artículo >>

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Merece la pena leer este libro. Además de lo que aporta sobre Benedicto XVI y Francisco, es una lección de lealtad y de amor a la Iglesia. Luis Ramoneda

 

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Un libro de obligada lectura para conocer la historia de la Iglesia reciente en la Curia Romana. Leer artículo >>