El cine de Terrence Malick

Las películas que el cineasta estadounidense Terrence Malick ha realizado hasta la fecha, desde Malas tierras (1973) a Vida oculta (2019), no son muchas, pero todas han dejado una huella singular en la historia del séptimo arte. ¿Cuál es esa singularidad que ha despertado en el público tanta admiración como rechazo?

El cine de Malick expresa, mediante un lenguaje audiovisual muy característico, preocupaciones que atañen a todo ser humano tales como la búsqueda de la propia identidad, la distancia o cercanía con los otros y el hallazgo de un hogar.

Tomando la última cuestión, el hogar, como punto de partida, este libro plantea un acercamiento a la filmografía del cineasta de enfoque amplio e interés humano, en el que destacan dos grandes referentes: la tradición bíblica y el pensamiento de Stanley Cavell, un filósofo tan cinematográfico como americano. Al final, se descubre que tanto los mundos y personajes creados por Malick como la vivencia en la que se sumerge el espectador confluyen en un mismo anhelo: la esperanza de llegar a casa.

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
2020 Eunsa
154
978-84-313-3454-3

Subtítulo:  La esperanza de llegar a casa

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Imagen de JJM

No es habitual encontrarse con directores que acepten el ambicioso reto de acercarse al fenómeno de la experiencia religiosa desde el prisma cinematográfico, y plasmar en imágenes la belleza del misterio de la creación y su relación con el hombre. Es lo que hace Terrence Malick en las pocas pero brillantes películas que ha realizado y que han suscitado tanto entusiasmo como rechazo.

En este libro el autor muestra cómo las películas de Malick combinan la tradición bíblica y el pensamiento filosófico con un lenguaje audiovisual muy personal, para hablarnos de la creación y el origen de la vida, la búsqueda de un hogar y de una identidad personal, el sentido de la vida y del amor, el pecado y la gracia, la pérdida de la inocencia y la absolución, los nuevos cielos y la nueva tierra en los que no habrá llanto ni dolor.

Algunas de sus películas, como El árbol de la vida, no siguen una línea temporal fija, sino que nos muestran algo parecido a lo que sería el punto de vista de alguien que se sitúa fuera del tiempo, y ve simultáneamente el pasado, el presente y el futuro, y esa persona no puede ser otra que Dios. También abundan las voces en off más que los diálogos propiamente dichos, y estas voces que expresan meditaciones, reflexiones y oraciones, se mezclan por momentos exigiendo una especial atención al espectador; el empleo de un montaje discontinuo que provoca saltos y elipsis continuas; la abundancia de símbolos y metáforas cinematográficas sugerentes (tomadas en gran parte de la tradición iconográfica cristiana) o el estilo impresionista que remarca las emociones y vivencias de los protagonistas. Se trata, más bien, de obras poéticas que hay que contemplar como se hace con una sinfonía o con la actitud del que admira la capilla Sixtina o visita una catedral gótica.