Escapa de las tinieblas

El propósito de este libro -escribe el autor- es "hablar de la salud mental desde el punto de vista del enfermo" (pág.154). "Que otras personas no caigan en el pozo en el que caí yo, del que tan difícil resulta salir" (pág.227).

"Tengo casi treinta años -continúa- una bipolaridad diagnosticada y mis crisis maníacas y depresivas me han llevado a extremos asombrosos. Además soy adicto al cannabis" (pág.15).

Después de tres intentos de suicidio y once ingresos en distintos centros de rehabilitación mental en siete años, Pol narra como llegó a ver la luz y a recuperarse... "por ahora" -puntualiza acertadamente (pág.229).

Ediciones

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2024 ALT autores
241
978-84-19880-17-8
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Pol Turró (Barcelona, 1992) es un joven inquieto, ambicioso y radical en sus planteamientos de vida -"o todo o nada", dice-, pero a los veintidos años le han diagnosticado un trastorno bipolar y sufre su primer ingreso psiquiátrico. Tres años más tarde, en 2017, el trastorno bipolar desemboca en brotes psicóticos cada vez más graves. Pol escucha voces que le dicen que es un elegido para salvar el mundo, pero que si falla deberá suicidarse. El resultado son tres intentos de suicidio y once ingresos a lo largo de siete años.

Inteligente y emprendedor, desde su juventud el objetivo de Pol había sido "fundar mi propia empresa y hecerme rico" (pág.24). Abandona los estudios e inicia con éxito una empresa de servicios. "Estaba contento -escribe- pero no satisfecho" (pág.40). "Aunque todo me fuera bien, yo seguía sintiendo un profundo vacío en mi alma y mi consumo de cannabis iba en aumento" (pág.49). "Trabajaba poco, gastaba mucho, me drogaba más que nunca y no hacía caso a las mujeres que me importaban: mi madre, mi abuela, mi hermana,..." (pág.53). Y es que Pol también es impulsivo en sus relaciones con las mujeres y está orgulloso de lo fácil que le resulta conseguir relaciones sexuales.

"Me negaba a ir al psicólogo o al psiquiatra y a tomar pastillas -explica-, así que mi tren de vida acabó por descarrilar" (pág.53). No acepta el diagnóstico de bipolaridad y se niega a medicarse, pero en el año 2017 se arroja por dos veces desde lugares altos. Se rompe los huesos, pero sobrevive. Ese año había comenzado a escuchar las voces, pero no lo dice "sabiendo que nadie lo podría entender" (pág.160). Además, teme que si lo saben los médicos  le encierren para siempre. Finalmente no puede más y acepta un nuevo ingreso.

En esta ocasión acierta con el terapeuta, Oliver, con el cual empatiza. Se decide a revelar lo de las voces: "Trabajamos el asunto de mis voces. Para mí eran reales, hasta que me di cuenta de que solo estaban en mi cabeza" (pág.204). Celebran una reunión conjunta con su familia y el terapeuta en la que Pol se abre a contestar todas las preguntas que le formulen. "Después de la reunión las voces se fueron del todo. Me sentí aliviado después de once ingresos y cientos de horas de consulta: cuatro años de calvario" (pág.218).

Pol explica cómo "la imposible verbalización de un sentimiento te destruye por dentro hasta que ya es demasiado tarde. De ahí a la violencia [contra si mismo o contra otros] solo hay un paso" (pág.100). Igualmente reconoce que ha sido el cannabis lo que ha hecho aflorar "desequilibrios mentales previos" (pág.61). Es enormemente critico con la psiquiatría que se hace en España, que, según él, se encuentra en la edad de piedra. Reprocha a los psiquiatras "la obsesión por etiquetarlo todo" y proporcionar "un tratamiento salido de una guía médica con protocolos rígidos" (págs.69-70).

Para el autor no todos los enfermos son iguales y lo que a uno cura a otro lo envenena. Pol se niega a que lo dejen paralizado como un vegetal, por lo que considera a los psiquiatras "enemigos con un recetario en ristre". Afirma que muchos enfermos ocultan sus síntomas al médico para que no les aumente la medicación, acusa al psiquiatra de no empatizar con los enfermos y de "cumplir el expediente" con quince minutos al trimestre para cada uno.

Para Pol lo que le ha curado no ha sido la medicación sino la terapia y la compañía: "La medicación psiquiátrica -afirma- por sí sola no garantiza absolutamente nada si los otros factores de tu vida, terapia, rutina, trabajo o familia no los tienes ordenados; tu mente puede fallar igual. La medicación es solo una pata de la mesa" (pág.157). Hoy Pol siente que ha superado sus crisis y explica: "Llevo una vida ordenada, duermo siete horas diarias, no dejo de tomar la medicación y ni se me ocurre tomar algún tipo de droga" (pág.229).

El libro se lee muy facilmente y es interesante para enfermos, familiares, educadores y personal sanitario.