La cara norte del corazón

La subinspectora de la Policía Foral, Amaia Salazar, está realizando un curso sobre conducta criminal en Quantico (Virginia-USA), cuando es seleccionada para participar en la busqueda de un asesino en serie junto con algunos agentes del FBI.

El acoso del que fue objeto Amaia en su infancia por su propia madre le ha dado una intuición especial para realizar el perfil del asesino. En su persecución la subinspectora se encuentra en Nueva Orleans en medio del huracán Katrina que ha inundado la ciudad.

La autora, Dolores Redondo, ha encontrado en Nueva Orleans un foco de supersticiones y creencias mágicas similar al que había conocido en la localidad de Elizondo, en Navarra.

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
2019 Destino - Booket
686
978-84-233-5991-2
Valoración CDL
3
Valoración Socios
3
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Hay que señalar como la autora domina la técnica de la novela. Va alternando dos relatos a través de los cuales mantiene la atención del lector y que confluirán al final. El primero de ellos nos presenta a un asesino en serie que elimina grupos familiares enteros. El segundo relato hace referencia a la infancia de la subinspectora Amaia Salazar, que llegó a los Estados Unidos cuando tenía solamente doce años y que tiempo más tarde se ve involucrada en una investigación en ese país. La consecuencia es que la novela se lee bien y, si en algún momento se hace larga o deja algún cabo suelto es muy poco importante.

Los escenarios en los que transcurren ambos relatos son distintos. Por un lado está la pequeña y oscura localidad navarra de Elizondo y frente a ella la alegre Nueva Orleans, en Luisiana-USA. La autora nos traslada al momento en el que el huracán katrina sumergió a la ciudad norteamericana. De hecho, Redondo señala cómo había empezado a escribir la novela el 16 de julio de 2017 en el hotel Dauphine de Nueva Orleans y la terminó en el mismo lugar el 16 de julio de 2019. Dos años para escribir casi setecientas páginas, y es que en el relato principal se entrecruzan historias de las que fácilmente podía haber prescindido pero que no estropean la impresión que nos produce la novela.

Hay algo que sí puede molestar al lector y es la invocación de la brujería, tanto en Elizondo como en Nueva Orleans. Si en esta ciudad la autora explica la afición a la brujería por los esclavos africanos que habían llegado desde Haití, no tiene tanta justificación que en las faldas del Pirineo encontremos vestigios de un paganismo que quieren resurgir en la misma medida en la que desaparece la religión. 

La autora hace gala de una buena imaginación y de un trabajo de documentación importante. Incorpora en determinadas escenas detalles pequeños que dan credibilidad de la narración. La novela tiene muchos personajes, sobre todo en USA, pero, en general, el lector puede seguir el itinerario de cada uno de ellos. Nos encontramos ante una novela de entretenimiento, sin más, pero que alcanza este objetivo.