Los Virreyes

Crónica privada y pública de la decadencia de una familia de antigua estirpe española cuyos antepasados—llegados a Catania hacia el 1300—adquirieron, en tiempos de Carlos V, el cargo de virreyes. El marco temporal son los años que van de 1855 a 1882, período en el que se precipita y culmina el proceso de unificación italiana. Combinando la crónica de costumbres con una acerba sátira de tintes expresionistas, De Roberto traza una inolvidable galería de retratos de nobles prepotentes y extravagantes en medio de continuas luchas, litigios e intrigas. Sus vidas y sus excentricidades se entretejen con los acontecimientos contemporáneos, en el tránsito de una época feudal a una nueva era de democracia parlamentaria.

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
2008 Acantilado
728
978-84-96834-55-2
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3
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Esta novela es sin duda una obra importante en la literatura contemporánea en Italia. Está bien estructurada y, teniendo presente su extensión, el autor mantiene el ritmo y el interés con una trama de personajes bien caracterizados.
La obra está ambientada en Sicilia, en la época de la unificación de Italia, y cuenta la historia de una familia de la alta nobleza, descendiente de los virreyes españoles. Son tiempos convulsivos donde la nobleza pugna por no perder su estatus de privilegio y trata de mantener los derechos en una época convulsiva de cambios sociales.
El autor toma un punto de vista y una perspectiva cínica y ácida a la hora de enjuiciar las instituciones con especial peso en la familia y en la Iglesia. El móvil del Príncipe es el interés personal, enriquecerse a toda costa y fomentar el orgullo de casta, aunque para ello tenga que robar y engañar a sus hermanos y demás familia.
Las convulsiones políticas y sociales son presentadas por el autor a través de las luchas intestinas en un monasterio de monjes corruptos, todos ellos de familias de nobles, dados a la buena vida y a todo tipo de vicios. Contra las ideas republicanas y ateas, contrapone unos eclesiásticos defensores de una mitología sensiblera y beata fuera de todo interés para las mentes iluminadas de la época.
Queda pues, una obra ácida –todo lo que puede empeorar des de el punto de vista moral y de costumbres, empeora-, en la que se presenta con visos de realidad una mentalidad laicista, oportunista y de orgullo de casta como declarará el Príncipe en el alegato final de la obra para justificar su conducta.