Mi hermana Frida

Biografía de la pintora mexicana Frida Kalho (1907-1954) novelada por Bárbara Mujica. Advierte la autora: "Mi propósito al escribir este libro ha sido captar la esencia de la personalidad de Frida Kalho, no documentar su vida" (pág.331).

Al final incluye una amplia bibliografía. Destacan las cartas de Frida publicadas bajo el título de Cartas apasionadas, y el diario titulado El diario de Frida Kalho: Un autorretrato íntimo. La autora refiere las biografías y estudios publicados sobre la pintora.

La originalidad de la novela reside en que Mujica hace narrar la vida de Frida a su hermana menor, Cristina Calho.

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
2002 RBA Coleccionables,S.A.
332
978-84-473-2354-4

Colección: Testimonios de mujer.

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El personaje de Frida Kalho está de moda. Se hacen carteles y se repiten frases atribuidas a élla. Es más conocido el personaje que su obra pictórica, Frida como icono estético y moral. Una mujer que en su vida prescindió de todo tipo de normas y elaboró de si misma una imagen a base de izquierdismo, indigenismo, estética, sexo y ateísmo. En resumen, una precursora.

El padre de Frida, Wilhem Kalho, era alemán y llegó a México en 1891. Trabajó como fotógrafo. Epiléptico, al final apenas podía mantener a su familia. Cristina dice de él que era un hombre raro, distante, casi inasequible y que ignoraba a sus hijas: "Siempre había vivido encerrado en su propio mundo, perdido en su melancolía y en su soledad" (pág.43). Aunque judío, afirmaba que era ateo y en una ocasión su hija le oyó decir: "Dios se está vengando de mí por ser un ateo y un mal padre" (pág.141). Una frase contradictoria que indica que era ateo en la intención, pero que temía a Dios.

Kalho contrajo matrimonio con Matilde Calderón, nieta de un general español, severa, católica, preocupada por el estatus social y que -añade Cristina- no era una mujer muy afectuosa (pág.64). El matrimonio tuvo cuatro hijas de las cuales Frida era la tercera y Cristina la cuarta. Un día ésta escuchó a su madre decirle a Frida que tenía seis años: "¡Lucifer ha hecho un nido en tu alma, criatura indisciplinada!". Pero el padre atendía a los caprichos de la niña y alababa su talento. "No me extraña -concluye la narradora- que Frida saliera como salió" (pág.30).

Frida podía ser indisciplinada, pero también le tocó sufrir. De niña padeció poliomielitis y una pierna le quedó más corta que la otra. Años más tarde sufrió un accidente en un autobús; una barra le atravesó la pelvis de lado a lado y le rompió la columna vertebral (pág. 146). Durante la convalecencia, la joven comenzó a pintar y llevó sus cuadros al pintor más célebre de su época, el muralista mexicano Diego Rivera. Él era veinte años mayor que ella, pero simpatizaron y contrajeron matrimonio en 1929. Frida tenía veintiun años.

Además de comunista, Diego Rivera era un mujeriego impenitente y la tocó soportar sus constantes aventuras. Afirma Cristina que Rivera ayudó a su hermana en la pintura, pero que en lo demás la trataba a patadas. En ocasiones Frida le pagaba con la misma moneda; ella era bisexual y la gustaban tanto los hombres como las mujeres. A decir de Cristina, Frida "despreciaba por completo la moral tradicional" y decía que "la Iglesia católica era una mierda y el catolicismo una perversión" (págs.302 y 318). Hubiera deseado tener un hijo, pero Diego se oponía y la hizo abortar en dos ocasiones. Diego y Frida se divorciaron en 1939 pero volvieron a contraer matrimonio un año más tarde.

Después de una larga estancia en los Estados Unidos, Frida volvió a México a la casa de su padre. Se trata de la célebre Casa Azul, en Coyoacán, que hoy es visitada por miles de turistas. Su cuerpo iba deteriorándose. Tuvieron que amputarle la pierna lisiada porque se había comenzado a gangrenar. Igualmente se sometió a una operación quirúrgica en la columna vertebral para atenuar sus dolores. En esta época se hizo adicta a la bebida y a los mórficos. Tuvo un intento de suicidio y finalmente falleció el 13 de julio de 1954, a los cuarenta y siete años de edad.

Frida es el paradigma de la persona centrada en si misma y un anuncio de las generaciones que iban a llegar: Familias sin afecto, ausencia de normas sociales o morales, promiscuidad sexual y la hipocresía de proclamar iguales a todos los hombres mientras se vive una vida acomodada. Su consecuencia es la pobreza afectiva y el sufrimiento interior. Cristina manifiesta que su hermana quería tener a todo el mundo a su servicio, ser el centro de atención de todos para después declararse muy desgraciada.

La novela se lee bien, aunque el lector vaya de sorpresa en sorpresa con el personaje.