La sociedad padece hoy las agresivas acometidas de un laicismo radicalizado que se crece ante la facilidad con la que alcanza conquistas increíbles en el ámbito de la opinión pública y en la configuración del ordenamiento social. La religión sufre así un intenso acoso: se la presenta como una reminiscencia del pasado y poco menos que como un potencial enemigo de la razón, la democracia y la libertad.
Aquí se muestra, con una exposición a la vez clara y respetuosa, cómo la realidad es justo la contraria; y que es precisamente la religión uno de los puntos de apoyo más sólidos para la promoción y defensa de la libertad y de la propia democracia.
En palabras del papa Juan Pablo II, el laicismo se atribuye la representación de "la voz de la racionalidad". Y esto es precisamente lo que se discute aquí, con argumentos que emplazan al laicismo a enfrentarse a sus ocultas pero flagrantes y decisivas incoherencias.
Comentarios
Este ensayo me parece muy recomendable a personas cultas, pues trata con seriedad una de las cuestiones más controvertidas en la actualmente. Frente a quienes sostienen que sólo el relativismo asegura la pervivencia de los sistemas democráticos y que, por tanto, los creyentes deberían aparcar sus creencias cuando se trata de intervenir en la vida pública, el autor deshace muchos tópicos y sostiene, con argumentos bien razonados, la falsedad y el peligro del escepticismo. Precisamente, proponer, que no imponer, los grandes principios -propios del cristianismo- de solidaridad, compasión, justicia, defensa de los más débiles, amor, como motores del bien común, es asegurar que no se impondrá la ley del más fuerte y que la dignidad de la persona y los derechos fundamentales son precisamente garantía para la democracia. Un libro que ayuda a reflexionar y que da buenos argumentos para el debate cultural.