Última frontera

Sin saberlo, tal vez estemos viviendo las vísperas de la Tercera Guerra Mundial. Queriendo establecer un parangón con el pasado, nos encontramos poco más o menos en las condiciones en que se hallaba el mundo hacia 1910. ¿Qué hacer? Bastaría que, en cualquier rincón del mundo, una nación, incluso de segunda importancia, diese el buen ejemplo a las otras, renunciando espontáneamente a una ventaja y a un peso inútil y costoso, como el mantenimiento de las Fuerzas Armadas. Se trataría, indudablemente, de la más grande revolución jamás producida en la historia de la Humanidad. Esto implica la superación del antiguo y rancio prejuicio del nacionalismo.