Casi seguro que cualquiera que pueda leer este artículo ha tenido ocasión de ver en la prensa o en la TV las escenas dantescas que se han producido recientemente en el Everest. La última noticia que tengo es de diez muertos en el atasco, no de coches, sino de alpinistas en la inmensa cola para arribar a la cima más alta del mundo. ¿Qué ha pasado? De pronto, de una cima a la que se accedía con extrema dificultad, hemos pasado de que algún alpinista conseguía llegar, con más o menos medios, a que haya multitudes. Pero, además, por lo que parece, sin las debidas precauciones.