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La fuerza de la peregrinación

He vuelto, una vez más -y no son pocas- a la ciudad del Apóstol y, aunque parezca una obviedad, he de decir que no defrauda. Tiene algo. Sí, está claro, tiene un montón de cosas maravillosas, una catedral fabulosa con un pórtico -el Pórtico de la Gloria- único, y un conjunto de edificaciones, iglesias, plazas, palacios, calles porticadas, etc., que no son fáciles de encontrar en muchos lugares.

La mirada materna

William Maxwell, escritor y editor americano, tiene unas cuantas obras bien conocidas y quizá la más tierna y recordada es “Vinieron como golondrinas”. El relato está directamente relacionado con la epidemia que dieron en llamar “gripe española”, a principios del siglo pasado, aunque poco tuvo que ver con España, y que produjo una gran mortandad en América.

La doblez del Doctor Jekyll

Hablamos de clásicos, concretamente en literatura, cuando un libro admite varias lecturas, lecturas a veces distanciadas en el tiempo. No es lo mismo leer el Quijote a los 16 años que a los 40 o a los 60. Y eso le pasa a la famosa y breve novela de Stevenson, célebre como pocas: “El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde”. Solo por el hecho de haberla leído una vez, la segunda es mucho más sustanciosa, precisamente porque ya está desecho el misterio y, dejando a un lado la intriga, nos centramos en el fondo, en el mensaje que el autor nos transmite.

La feria del libro

Casi seguro que cualquiera que pueda leer este artículo ha tenido ocasión de ver en la prensa o en la TV las escenas dantescas que se han producido recientemente en el Everest. La última noticia que tengo es de diez muertos en el atasco, no de coches, sino de alpinistas en la inmensa cola para arribar a la cima más alta del mundo. ¿Qué ha pasado? De pronto, de una cima a la que se accedía con extrema dificultad, hemos pasado de que algún alpinista conseguía llegar, con más o menos medios, a que haya multitudes. Pero, además, por lo que parece, sin las debidas precauciones.

Guadalupe

Hay un sentir bastante generalizado en torno a una mujer extraordinaria, como es Guadalupe Ortiz de Landázuri, una idea que surge de inmediato cuando se comenta alguna de las biografías escritas sobre ella, aunque creo que de un modo especial en la última editada: “En vanguardia”. Es la impresión de que esta santa -en ciernes- es de las nuestras, es de nuestro nivel, por así decir, tuvo las mismas luchas que muchos cristianos de la calle, empeñados en vivir cara a Dios.

La Iglesia de los ricos

Se habla mucho de la Iglesia de los pobres. Es lógico, Jesucristo nos enseñó, en las primeras líneas del Sermón de la Montaña, en la Bienaventuranzas, “Bienaventurados los pobres, porque de ellos es el reino de los cielos”. Así que cualquiera que quiera seguir el evangelio tendrá buen cuidado de ser pobre, para participar de la Iglesia que Jesucristo quiere. No vayamos a quedarnos sin el reino de los cielos.

El paraíso intuido

Pocos escritores tienen la ocurrencia de hablar del Paraíso. Cuando, en algunas películas, se ha tratado del tema, es siempre de modo bastante ridículo. Luis Agius, músico, compositor y escritor ha escrito un libro –“El paraíso esquivo”- en el que tampoco se habla del paraíso. Ni una sola palabra de cómo es el cielo. No ha caído en esa trampa, ni nos lleva a esa trampa con el título, pues ciertamente, de lo que habla, es de la aproximación, normalmente complicada, al paraíso.

La auténtica alegría

En realidad, la alegría del cristiano no necesita de la Pascua. Incluso podemos afirmar que la Pascua no devuelve la alegría a quien la ha perdido. Quizá lo más que podemos decir es que este tiempo de Pascua nos ayuda a hacer una reflexión. ¿Hay verdaderamente alegría en mi vida? ¿Depende mi alegría de acontecimientos externos o de circunstancias personales más o menos adversas?

La perspectiva de la enfermedad

No es fácil que vivamos conscientes de que puede llegar una enfermedad, incluso una enfermedad grave. La perspectiva de la muerte es de gran utilidad para la vida, porque vivimos bien si tenemos presente lo que significa morir bien. En la misma línea, la posibilidad de una enfermedad no es pesimismo o cobardía, sino realismo que nos ayuda a vivir en el día a día.

Mi vecino el suicida

Lo encontré el otro día paseando por nuestra calle, que tiene unos árboles muy bonitos en estos días de primavera. Con su bastón, despacio, porque está muy gordo y debe tener una cadera algo mal. Cara de bonachón y aire tranquilo. Dicen que ha tenido varios intentos de suicidio. Una vez se asomó a su ventana del octavo a la calle, con la suerte de que lo vio algún viandante que adivinó sus intenciones. Llamaron al 112 y rápidamente hubo quien le volvió a casa. Y uno piensa, menuda depresión debía tener en ese momento el pobre.

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