Jesús de Nazaret (y IV). Las tentaciones


 


 


Una vez explicado el sentido del
Bautismo de Jesús en el Jordán, Benedicto XVI nos introduce en el
complejo episodio del las tentaciones en el desierto. ¿Cómo puede
ser tentado Jesús por el diablo si Él es Dios? Entendemos que,
una vez que ha asumido todos los pecados de los hombres en el Jordán
dejándose bautizar como uno más, ahora quiere, como uno
más, sufrir los ataques del maligno. Es el primer encargo del
Espíritu que acaba de ungir al Cristo, nos dice el Papa.


 


Jesús se retiró al
desierto y permanece allí cuarenta días preparándose, con
ayuno y oración, para la prueba. "Jesús debe entrar en el
drama de la existencia humana" para encontrar así a la oveja
perdida. Es, de alguna manera, el descenso a los infiernos de que habla el
Credo. Se hace solidario con los hombres.


 


Los evangelistas nos hablan de
tres tentaciones. Analizándolas en su conjunto aparece claro el
núcleo de todas ellas: quitar a Dios de la vida de los hombres y dejarlo
en un lugar secundario. Y todo con una apariencia moralizante: el diablo hace
un planteamiento "realista": propone para el hombre poder y pan. Si
Jesús es el salvador del mundo ¿por qué no nos da lo que
necesitamos, igual que Dios les dio maná en el desierto?


 


En la primera tentación
Satanás propone: "Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se
conviertan en pan". Si eres Hijo de Dios. A ver, danos alguna prueba e tu
divinidad. El demonio, y luego, a lo largo de la historia, muchas veces los
hombres le están pidiendo a Dios pruebas. ¡Necesitan un cierto
grado de evidencia! El hombre que es una pobre criatura le está pidiendo
cuentas a Dios. En definitiva es el pecado de Adán y Eva: querer ser
como dioses. No humillarse como una pequeña partecita del universo si no
presentarse ante Él a pedirle cuentas.


 


El Papa nos recuerda que, en
realidad, Jesús manifiesta su poder mesiánico dando pan a la
muchedumbre, multiplicando unos pocos panes. Pero lo hace por su propio poder e
iniciativa, no por imposición del maligno ni de ningún incrédulo.
Y lo hace dos veces, y no de modo definitivo, porque Él sabe bien que no
es ese el pan que más necesitan los hombres. Al final de su vida nos
dejará la
Eucaristía, el pan del cielo, mucho más
trascendente que el maná que Dios dio al pueblo en el desierto.
"No sólo de pan vive el hombre" responde Jesús a
Satanás.


 


En la segunda tentación el
diablo pone a Jesús en el pináculo del Templo y le dice:
"Si eres Hijo de Dios, arrójate abajo, pues escrito está,
dará órdenes a sus ángeles...". El padre de la
mentira no tiene inconveniente en citar las escrituras para sus sugestiones
engañosas, lo que nos hace considerar que "la
interpretación de la
Escritura puede convertirse en arma del Anticristo".
Toda una advertencia, presente a lo largo de todo el libro, sobre los falsos
exegetas.


 


Y la tentación vuelve a
sonar parecida: "Si eres Hijo de Dios" haz algo raro: pan y circo,
haz algo sorprendente para que creamos en ti. ¿Cuántas veces la
humanidad incrédula se vuelve contra su creador para pedirle
señales en el cielo? "La presunción que quiere hacer de
Dios un objeto e imponerle nuestras condiciones experimentales de laboratorio,
no puede encontrar a Dios. En realidad se basa ya en el supuesto de que negamos
a Dios en cuanto Dios, porque nos ponemos por encima de Él".


 


En la tercera tentación el
demonio le ofrece todos los reinos del mundo. En realidad, cuando Jesús
resucita y está a punto de subir a los cielos, les dice a los
discípulos: "Me ha sido dado todo el poder sobre el cielo y la
tierra", pero es evidente que es un poder espiritual, porque ni Cristo ni
la Iglesia
necesitan nunca un poder político. Y es un poder al que Jesús
llega sólo después de morir en la Cruz, un poder salvífico
que tiene el Resucitado, en la medida en que ha muerto por todos los hombres.


 


 


Ángel Cabrero Ugarte


Centro Universitario Villanueva


 


 


 


Para leer más:


 


Benedicto XVI, Jesús de
Nazaret
, La Esfera
de los libros, 2007