Actualidad de Voltaire

 

Es interesante comprobar la actualidad del filósofo ilustrado Voltaire (1694-1778) en el pensamiento contemporáneo, puesto que fue el artífice de la propaganda masiva de la idea de progreso como sustitución de la providencia.

Para él autor más afamado del siglo de las luces, los obstáculos del progreso ilimitado  eran la religión y la guerra. Aspectos que van a ser abundantemente abordados en este trabajo y con bastante veneno.

En la obra reciente que deseamos comentar, el periodista Louis Bériot busca enfatizar la personalidad y el pensamiento de Voltaire mediante un ingenioso artilugio: ponerle en supuesta conversación con autores y personalidades de la política y de la cultura de su época,  encuentros ficticios y novelados y esto sólo para hacer más amable y atractiva la narración.

Lógicamente el resultado será, como era de esperar, muy desigual, pues en muchos momentos no logra captar bien el fondo de todas las relaciones humanas e intelectuales de Voltaire, de modo que alguno de los capítulo o algunas situaciones aparecen muy forzadas, como la de Newton y Voltaire (17-36),

Además, es muy difícil lograr una creación completa y, finalmente, es imposible que todo lector medianamente culto esté de acuerdo con todas las suposiciones que ha tenido que realizar el autor para mantener el pulso narrativo.

La verdad histórica es la que queda dañada en el libro y con ella la autenticidad del discurso, especialmente por lo repetitivo del ataque, la calumnia reiterada contra la Iglesia católica, que tenía muchos y buenos intelectuales en ese periodo de la historia en Francia (235-237).

Volviendo a Voltaire, hemos de recordar que existen muchas ilustraciones, pues la Ilustración es una actitud. Nace en el siglo XVII pero es anárquica y orgullosa, segura de sí misma. Es portadora de las nuevas luces de la razón, que vendrán a ser ordenadas en la falsa enciclopedia del saber que fue la Enciclopedia de Diderot (284). 

La Enciclopedia adopta un aire de empaque, de seguridad, de abundantes conocimientos, fruto de una razón ilustrada independiente de Dios y de la religión, llena de fe en el Progreso. La realidad es que más allá de la cascara, la presentación y las referencias cruzadas, resulta muy pobre de contenidos, perfecta para un público que compraba libros pero no los leía, lo que ahora llamamos “lectores de solapas”.

También muestra Voltaire un sentido optimista de la naturaleza humana y olvida las miserias humanas, pues niega el pecado original. El hombre es autónomo en todo. Impulsa la educación al alcance de todos para poder ser autónomo. Se confía ciegamente en la capacidad de la razón humana para dirigirse por sí misma, al margen de las instancias religiosas, políticas y sociales, al final quedaron a merced del pensamiento fuerte de los ateos revolucionarios que conquistaron las ciudades con sus mensajes.

El deísmo proveniente de Inglaterra se encarnó en Francia con Voltaire, un hombre crítico con la Religión y el fanatismo pero que conservó su respeto por la Monarquía y la Iglesia como sostenedores del orden. La desconfianza en la revelación fue la marca de identidad de los deístas. El deísmo cautivó a las ciudades y derivó hacia el ateísmo (286), pero no al campo que masivamente siguió la tradición de sus mayores y que terminó por rebelarse.

Es interesante que Bériot se detenga en el último capítulo a narrar la muerte de Voltaire, incluyendo la famosa conversación  con el abate Gautier, y su regreso al seno de la Iglesia católica, mediante la recepción de los últimos sacramentos en plena lucidez

José Carlos Martín de la Hoz

Louis Bériot, Un café con Voltaire. Conversaciones con los grandes espíritus de la Ilustración, ed. Arpa, Barcelona 2017, 315 pp.