Avizorar el futuro

 

Uno de los documentos más importantes del Concilio Vaticano II es, sin lugar a dudas, la Constitución Dogmática Gaudium et spes, aprobada el 7 de diciembre de 1965, que versa “Sobre la Iglesia en el mundo actual”. En este impresionante documento en el que parece que no ha pasado el tiempo por él; por la agudeza de los análisis, la hondura de planteamientos y, sobre todo, por haber sabido avizorar el futuro.

Precisamente, en la redacción de este documento, participó activamente el cardenal de Cracovia Karol Wojtila quien, con el paso de pocos años, se convertiría en el primer papa eslavo de la historia y que trajo la aplicación del Concilio Vaticano II a la vida de la Iglesia Católica y de las comunidades eclesiales distribuidas por el mundo entero.

Es importante esta referencia, pues exactamente el 14 de octubre de 2018, el papa Francisco acaba de canonizar solemnemente a san Pablo VI y a cinco santos más, en una imponente y calurosa ceremonia oficiada en una abarrotada Plaza de San Pedro y con millones de personas pendientes de la misma en los medios de comunicación del mundo entero.

En la reciente obra compilatoria de artículos publicada por el Prof.  John W. O’Malley SJ., titulado “Historia, Iglesia y teología”, se recogen artículos dispersos de Historia de la Iglesia publicado en diversas fuentes y recopilados con la intención de que nuestro pasado ilumine nuestro presente.

En uno de ellos, relativo al Vaticano II, el profesor O’Malley, recoge un texto muy interesante de Karl Rahner de 1979, donde afirmaba, al poco de ser elegido Sumo Pontífice Juan Pablo II que: “El Concilio Vaticano II era la apertura de una tercera época en la historia del cristianismo. La primera había sido el breve período de la cristiandad judía, que se encaminó a su fin tan pronto como san Pablo predicó a los gentiles. La segunda había transcurrido desde entonces hasta el Vaticano II: el período del helenismo y de la Iglesia europea. El tercer período, el presente posconciliar, es el período de la Iglesia mundial” (116).

Efectivamente, la lectura atenta de la Constitución Gaudium et Spes, escrita y publicada hace ahora casi cuarenta y cinco años: “donde se ensalza la dignidad de la persona humana y se describe con todo detalle la responsabilidad inherente a cada persona de este planeta por trabajar por un mundo mejor” (118). Es decir, nos está hablando del diálogo de la Iglesia con el mundo, tomando como pie la dignidad de la persona humana: “el único ser querido por sí mismo”.  La criatura predilecta de Dios que, tras una crisis de crecimiento, está llamado a construir una nueva cultura y una nueva civilización, que será cristiana y humana si los cristianos la construimos junto a nuestros conciudadanos.

José Carlos Martín de la Hoz

John W. O’Malley SJ., Historia, Iglesia y teología. Cómo nuestro pasado ilumina nuestro presente, ed. Sal Terrae, Santander 2018, 244 pp.