Canonización civil de Lady Diana



Se han cumplido diez años
de la muerte de la Made
Teresa de Calcuta, apóstol de los más pobres,
mientras avanza su proceso de canonización. Para la opinión
pública ha sido una sorpresa conocer que padeció crisis de fe en
varios periodos de su vida. ¿Cómo una religiosa tan entregada y
con fama de santidad vivía en esa amargura y duda de Dios?, se preguntan
algunos quizá por desconocer los caminos de la santidad y la acción
del Espíritu Santo en los elegidos para ser el rostro de Jesucristo en
este mundo.


 


«¿Señor, Dios
mío, ¿por qué me has abandonado? Yo era la hija de tu
Amor, convertida ahora en la más odiada, la que Tú has
rechazado, que has echado fuera como no querida y no amada ¿Dónde
está mi fe?», escribió en una de sus cartas abriendo el
alma a su consejero espiritual. Prácticamente son las mismas palabras de
Jesús en la Cruz cuando exclama: «¡Dios mío, Dios
mío! ¿Por qué me has abandonado?» (Mateo 27, 46),
haciendo suyas las palabras del salmo 22, que continúa:
«Estás lejos de mi queja, de mis gritos y gemidos. Clamo de
día, Dios mío y no respondes, también de noche, sin
ahorrar palabras» Es porque en Jesucristo se cumplen las profecías
mesiánicas del Siervo doliente que el profeta Isaías presenta
como el salvador del mundo, paradójicamente, porque su Reino no es de
este mundo (Isaías cap. 42-55).


 


La realidad es que la Madre Teresa de
Calcuta tuvo una fe sólida con un profundo anhelo de Dios. Se trata de
una presencia-ausencia en que Dios está presente pero no es
experimentado, sencillamente porque atrae a los más fieles con la
esperanza del Cielo, pero ahora les necesita en esta tierra para que los pobres
hombres vean el Amor de Cristo aunque sea velado. No hace falta insistir en que
san Juan de la Cruz mostró magistralmente la «noche oscura del
alma», en la que no falta la luz del amor de Dios y la respuesta fiel del
amado. Y de modo semejante vivió Teresa de Jesús, y Teresa de Lisieux,
por señalar algunos de los más conocidos. Porque es cierto que
los grandes santos y fundadores han sufrido esas crisis de crecimiento en la fe
que les ha fortalecido para cumplir heroicamente la misión confiada,
cuando el Espíritu Santo les identificaba más con Jesucristo
Redentor del hombre. Y, sin embargo, todos ellos han tenido una paz envidiable
que el mundo no puede dar: son paradojas de la vida sobrenatural que
resplandecen cuando hay fidelidad pero desconciertan cuando se vive a distancia
de Dios. Para los hombres y mujeres corrientes estas lecciones de Dios
enseñan que la fe debe crecer en medio de dificultades, sobre todo las
que proceden de las injusticias, de la maldad y del pecado de los hombres, que
frenan la acción de la gracia en las almas. Por eso sufren los santos, más
conscientes que nosotros de las grandes batallas que se libran en el mundo. Y
además podemos encontrar un antídoto contra el sentimentalismo de
nuestra cultura, que parece incapaz de entender que el amor verdadero comporta
sacrificio y olvido de sí, entrega y compromiso fiel al prójimo y
a Dios.


 


Prueba de ello es que la beata Teresa de
Calcuta se levantaba a las 4.30 de la madrugada y se reunía con sus
hijas en religión en la capilla para orar durante dos horas, antes de
participar en la Santa Misa
y recibir con fervor a Jesús sacramentado. Al mismo que contemplaban en
el gran crucifijo que preside con los brazos abiertos mientras dice
«Tengo sed» (Juan 19, 28), de vuestro amor y de todas las almas.
Después de dar gracias salen a las calles para atender a los parias de
la tierra con amor porque ven en ellos al mismo Cristo. Como San
Josemaría Escrivá que escribió en Camino:
«-Niño. –Enfermo. –Al escribir estas palabras,
¿no sentís la tentación de ponerlas con mayúscula?/
Es que, para un alma enamorada, los niños y los enfermos son
Él» (nº 419). Surge así una sencilla reflexión:
si la Madre Teresa
hizo esta labor durante cincuenta años con dudas de fe,
¿qué habría hecho si llega a tener una fe gigante?


 


Pero volvamos a Lady Diana
Spencer, que ha sido la gran protagonista en los medios al cumplirse
también diez años de su horrible accidente. La comparación
entre una y otra resulta inevitable no sólo por la fecha sino por los
contrastes entre la vida de cada una, aunque sólo Dios conoce el fondo
de su vida. Lady D moría volando en la noche parisina acompañada
de su último compañero sentimental, un acaudalado empresario. La «Princesa del
pueblo», como ha sido bautizada por los medios, no alcanzó la
felicidad que esperaba al integrarse voluntariamente en la familia real
inglesa, pero fue una mujer afortunada desde la cuna, perteneciente a la
nobleza del reino, educada con esmero, frecuentando los ambientes más
sofisticados del mundo, viviendo el sueño de una boda principesca, que
sedujo a la opinión pública. Pero no es verdad, como alguien ha
dicho llevado por la emoción, que fuera una mujer de clase humilde, a
quien todo le costó mucho y que fue siempre desgraciada. Sí es
verdad que tuvo un corazón sensible y capacidad para atraer la
atención sobre los niños y mujeres necesitados, participando en
empresas para ayudarles, y así coincidió varias veces con la Madre Teresa de
Calcuta. Pero llama la atención que la opinión pública,
llevada tantas veces por el glamour y la superficialidad, haya
«canonizado civilmente» a Lady Diana como si fuera un ejemplo para
todos las mujeres, cuando no es posible, ni por el nivel social al que
pertenecía, ni por el tipo de vida que llevaba, que no resulta
precisamente un modelo aplicable a la mayoría de las mujeres del primer
mundo ni del tercer mundo. Sería un error  quedarse con una imagen
simplista y edulcorada de esta pobre mujer rica, mientras quedaría en
paralelo la imagen de una Madre Teresa atormentada por la fe. No es así: esa
«canonización civil» de Diana Spencer tiene algo de fuego de
artificio, pasajero necesariamente, mientras que la esperada
canonización de la
beata Teresa de Calcuta la inscribirá definitivamente
en el elenco de los santos intercesores en el Cielo, porque Dios «quiere
que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad» (1 Timoteo
2,4).


 


Jesús Ortiz López


Doctor en Derecho Canónico


 


 


Para leer más:


 


Le Joly, E. (2006) La
Madre Teresa.
Su vida y su obra, Madrid, Palabra


http://www.clubdellector.com/fichalibro.php?idlibro=6492


Manglano, J.P. (2003) Orar con Teresa de Calcuta, Madrid,
Desclée de Brouwer


http://www.clubdellector.com/fichalibro.php?idlibro=3916