Cuando hace unos meses se concedió el Premio Nobel de Literatrua a Svetlana Alexiévich, sabía muy poco de ella. Algunas semanas después, Carlos, uno de los participantes en la tertulia literaria a la que suelo acudir mensualmente, nos recomendó la lectura de Voces de Chernóbil, seguí su consejo y se lo agradezco. Tenía un recuerdo vago de la catástrofe de abril de 1986, pero la lectura de este libro, además de sacarme de la ignorancia acerca de la gravedad del asunto y de sus consecuencias, enfrenta al lector a pensar sobre los límites de la ciencia y de la tecnología, que hoy parecen nuevos e intocables dioses.

El libro de la periodista bielorrusa está muy elaborado, se nota que ha tardado años en terminarlo, que ha recogido muchísimos testimonios, que luego ha revisado, seleccionado y ordenado, para ofrecer al lector un reportaje coral de gran calidad humana y literaria. Son voces estremecidas, de personas muy variadas, bomberos, ingenieros, políticos, habitantes de la zona, niños, voluntarios, jóvenes, ancianos…, para quienes el accidente ha supuesto no solo un cambio radical en sus vidas, porque han tenido que abandonar todo y trasladarse a otras zonas, porque padecen las secuelas de la radioactividad –ellos o sus parientes y conocidos– o porque saben que les queda poco tiempo de vida, sino porque ha supuesto un cambio radical en su visión de la existencia: sin esperanza, con sensación de que han sido engañados, manipulados, abandonados fatalmente a su suerte, sin medios adecuados para combatir los efectos de la explosión, y porque incluso sufren el rechazo de  la sociedad por proceder de la zona de Chernóbil, como si fueran apestados. Y esto a pesar de su patriotismo, que los llevó a actuar a veces imprudentemente, por fiarse ciegamente de la opinión de las autoridades.

Parece evidente que la situación de la Unión Soviética en aquellos años influyó para que se produjera la catástrofe, por negligencia, abandono, deterioro de las instalaciones… Pero también es cierto que se trató de un fenómeno nuevo, que fue un aviso para el resto del mundo de lo que puede pasar. Probablemente habrá servido para que se hayan tomado medidas de seguridad más estrictas, ¿pero será así en todas partes?, ¿serán suficientes?

La lectura de este libro estremecedor, porque recoge el testimonio de personas de carne y hueso, nos plantea la cuestión de los límites éticos de la ciencia y de la tecnología, que tanta admiración nos producen. La abuela Pilar nos contaba que cuando era niña viajaban en diligencia para acudir a la zona en la veraneaban. Ciento y pico años después, los cambios han sido extraordinarios, pero ¿vale todo? ¿A qué nos exponemos si desgajamos la ciencia y la técnica de los principios morales? Svetlana Alexiévich ha hecho una gran aportación con este libro, pues nos abre los ojos sobre lo que es capaz de hacer el hombre, incluso hasta ser dominado y destruido por los frutos de su trabajo y de su talento.

Luis Ramoneda

Alesiévich, Svetlana. Voces de Chernóbil. Debolsillo. 2015.