Cristianos en plenitud

 

Vivimos tiempos importantes para el catolicismo, no sólo porque sea cuaresma o estemos al comienzo de un nuevo milenio, en un cambio de tiempo y de cultura, sino, sobre todo, porque basta escuchar al papa Francisco para entender que la Iglesia nos pide a todos renovación. Son pues tiempos de gracia y purificación; de rectificación profunda, de penitencia y de purgación por todos los pecados de los cristianos de finales del siglo XX, pero también por los nuestros, los de los hombres renovados del siglo XXI, para poder, así convertidos, ser acreedores de nuevo de la confianza de nuestros contemporáneos. Son momentos de conversión personal, de rejuvenecimiento de las personas y de las instituciones católicas, para servir mejor a la Iglesia y a la humanidad desde el carisma original. En el pormenorizado estudio publicado por Julián Carrón, profesor de la Universidad Católica de Milán y cabeza de Comunión y Liberación, acerca de lo que Dios ha querido decir al mundo a través de los escritos y de la inolvidable figura de Luigi Giussani, fundador de Comunión y Liberación, se subraya la importancia del acontecer de Dios, pues solo desde ese encuentro se comprende el sentido de la misión que Dios ha confiado a esa institución: trabajar por iluminar el mundo desde dentro, desde el interior de cada cristiano y del cristianismo vivido en plenitud

Hacemos notar que en el último capítulo libro, casi a modo de conclusión, nuestro autor se detiene, a modo de resumen omniabarcante, en una serena y profunda meditación de la conmovedora escena de santa María Magdalena la madrugada de la Resurrección del Señor, en el mismo momento del arranque del cristianismo donde se expresa adecuadamente el verdadero acercamiento a Dios a través de la belleza (275). La conmoción experimentada por la Magdalena es expresión del impacto que cada cristiano ha experimentado y experimenta en su oración personal, pues somos verdaderamente un pueblo de conversos, puesto que todos hemos sido conmovidos hasta expresar: ¡Maestro! (276).

Enseguida, viene nuestro autor a ayudarnos a volver sobre el recuerdo del inicio del seguimiento de Cristo: “Cada uno debe mirar su propia experiencia, debe volver al origen de lo que le movió en un principio para ver surgir precisamente ahí el primer albor, el primer deseo de pertenencia a Cristo. No hay otra fuente de pertenencia más que la experiencia del cristianismo vivido como acontecimiento. Y esto ha sido suficiente para que nos entraran unas ganas irrefrenables de ser suyos” (277).

Así pues, enseguida, encontramos en el encuentro con Cristo la clave de la existencia plena: “Esta concepción de la persona -que nace y se realiza solo porque hay Alguien que ha pronunciado nuestro nombre, pues en caso contrario nos limitaríamos a llorar por el hecho de vivir- no es una abstracción, es una experiencia antes que una teoría” (282). Precisamente con palabras del fundador, Monseñor Carrón recordará los objetivos esenciales de CL: “la finalidad de nuestra acción no es realizar un proyecto de actividad social, sino ser presencia, hacer presente a Cristo allí donde somos llamados a vivir” (286).

José Carlos Martin de la Hoz

Julián Carrón, La belleza desarmada, ediciones Encuentro, Madrid 2016, 311 pp.