Dar cuerpo al cristianismo

 

Desde que hemos podido leer el libro del Génesis y conocer la realidad de que Dios ha creado el mundo de la nada, esa sabiduría no ha dejado nunca de admirarnos y, con nosotros, a los pensadores de todos los tiempos.

Precisamente, alguien tan grande como el filósofo Platón no había llegado con su potente inteligencia y elaboración filosófica a descubrirlo, puesto que pensaba que el mundo era eterno.

En efecto, la revelación cristiana que comienza con el libro del Génesis deja suficientemente claro que el mundo es creado, finito y que habrá, al final de los tiempos una tierra nueva y un cielo nuevo.

A la vez, nos recuerda Pascal que en la preparación de los tiempos para la venida del redentor colaboraron los astros y la entera creación y, como no, los propios hombres con sus culturas, su derecho e incluso con su religiosidad.

Precisamente, en la obra clásica del cardenal francés Henri de Lubac, sobre la Iglesia, recientemente reeditada por ediciones Encuentro, nuestro autor realiza un verdadero esfuerzo de compresión de las verdades conocidas por los clásicos, el contenido de aquellos tratados de viris illustribus, los famosos semina verbi: “Es hermoso ver los elementos del mundo formarse lentamente y madurar, evolucionar, sin que nadie lo sepa, para suministrar su cuerpo al naciente cristianismo” (237).

Es interesante que subraye enseguida el “enraizamiento es tanto más necesario cuanto más alta es su trascendencia”, pues precisamente se trata de que Cristo está con nosotros todos los días hasta el final de los tiempos: “sobrenatural no significa en absoluto superficial, a pesar de la peligrosa analogía verbal” (237).

Seguidamente, hablando de los rasgos de la verdad presentes en el paganismo, nos recuerda la fórmula utilizada por Newman, que además de antigua es sencillamente una fórmula perfecta: “Se nos objeta: esas cosas se encuentran entre los paganos, por consiguiente, no son cristianas; nosotros preferimos decir: estas cosas se encuentran en el cristianismo, por consiguiente, no son paganas” (239).

Asimismo, santo Tomás en el prólogo de su Suma Contra Gentiles, nos recuerda que los padres de la Iglesia hicieron un honrado esfuerzo por conocer con hondura las doctrinas de los paganos que tenían que combatir, para poder asumir la verdad que en ellas se contiene y rechazar el error (243).

De hecho, a lo largo de la historia los sacerdotes y teólogos han buscado en los elementos culturales de los pueblos las verdades más cercanas a la fe, para partir de ellas: “su ambición de reunir a toda la familia humana no tiene nada de común con nuestras mezquinas pretensiones. Embajadora de la caridad, no profesa ningún imperialismo cultural” (245).

José Carlos Martín de la Hoz

Henri de Lubac. Catolicismo. Aspectos sociales del dogma, ediciones Encuentro, Madrid 2019, 403 pp.