Dar gloria a Dios

 

Verdaderamente son días de una gran alegría interior, pues llegamos a la alegría de la Pascua y de la pronta vuelta a la normalidad para llevar a quienes nos rodean la alegría de Cristo resucitado y de cómo hemos sido llamados a vivir por Él, con Él y en Él. Son días para recordar cómo Cristo ha vencido a la muerte y al pecado y nos ha abierto las puertas del cielo. Efectivamente, decía san Josemaría en un punto inolvidable de su obra de meditación, Camino: “Si la vida no tuviera por fin dar gloria a Dios, sería despreciable, más aún: aborrecible” (Camino, n. 783).

Precisamente, en estos días de pandemia, es lógico que nuestra mirada busque seguridad en el cielo, fuerza de lo alto, fines y horizontes de eternidad. Para lo cual se puede recomendar, entre otras muchas lecturas, un tratado teológico de gran envergadura, aunque de pequeño formato, me refiero a uno de los libros contenidos en la biblioteca de iniciación teológica que editó Rialp en 2011, y que lleva ya cinco ediciones, acerca del tratado teológico de los novísimos o también llamado de la Escatología.  La obra está magníficamente redactada y elaborada por dos grandes teólogos y hombres de fina sensibilidad literaria y artística: el sacerdote Jorge Molinero, Doctor en Teología y periodismo, párroco de san Josemaría de Valencia y Justo Luis Rodríguez Sánchez de Alva, avezado profesor, artista y teólogo sevillano afincado en la capital del Turia.

Verdaderamente levantan la mirada hacia lo importante y cabal cuando afirman: “Hay cosas que no se pagan con nada suele decirse a veces. El honor, la gratitud, es algo tan hermoso como vulnerable, no se puede medir o pesar, pero resulta casi indispensable. La pérdida del honor puede hundir a personas o instituciones, destruirlas. El respeto y la gratitud por sus méritos, en cambio, puede estimularles a seguir por ese camino o ayudarles a soportar su destino”.

Inmediatamente, se centran en la gloria de Dios: “Alabar a Dios es un privilegio del hombre, es abrirse al mensaje que nos llega de lo alto, un homenaje a todo lo que es Sabiduría, Bondad, Belleza, lo cual no engrandece porque mostramos que somos capaces de apreciarlo, al paso que nos vuelve también mejores. Quien no se conmoviera ante la belleza de la naturaleza, del arte, del ingenio humano, y, en última instancia, de Dios Creador de todo eso, demostraría que es incapaz de ella. Solo la ceguera, la inconsciencia o una mirada distorsionada por el culto al yo, puede ver en la alabanza a Dios un gesto sin sentido” (61).

Y el colofón es realmente excelente: “Existen ambientes donde Dios es negado, o tolerado tan solo en la intimidad. Se intenta un mundo sin Dios. La tesis de Nietzsche según la cual el hombre sólo alcanzaría su plenitud cuando Dios desaparezca de su vida, ha invadido la conciencia de muchos. Se olvida que cuando el hombre se dirige contra su Dios y Creador lo hace con la ayuda del don de la libertad que Dios mismo le ha concedido, y que, en lugar de abrirse a Él alabándolo, le repliega sobre sí mismo, atento solo a su propia gloria. En vez de poner a Cristo en el centro de toda su atención, el hombre busca su propio encumbramiento” (62).

José Carlos Martín de la Hoz

Justo Luis Rodríguez Sánchez de Alva y Jorge Molinero, El más allá. Iniciación a la Escatología, ediciones Rialp, Madrid 2000, 205 pp.