Diálogo con el mundo

 

Cuando en 1871 el Concilio Vaticano abrió sus puertas ante los miles de obispos y superiores de órdenes y congregaciones religiosas llegados del mundo entero para bajo la atenta mirada del santo Padre el beato Pío IX profundizar en el tesoro de la revelación cristiana, con la asistencia del Espíritu Santo, llegaron a la conclusión y así fue proclamado solemnemente, que se puede llegar a conocer la existencia de Dios a través de la luz de la razón.

Asimismo, los padres conciliares después de haber estudiado las escrituras, la Tradición, el Magisterio de la Iglesia el magisterio y la doctrina recogida en los grandes teólogos santos de la Iglesia de Dios, concluyeron que el Santo Padre goza de la asistencia infalible del Espíritu Santo cuando declara con los obispos del mundo entero que alguna verdad revelada es de fe sea así.

Así terminó el concilio Vaticano I, pues las tropas revolucionarias de Garibaldi tomaron los Estados Vaticanos e invadieron la ciudad eterna, quedando el Santo Padre y sus más estrechos colaboradores como prisioneros del nuevo estado italiano en el Castell Sant Angelo, de ese modo quedó abruptamente interrumpido el concilio. De hecho, cuando en 1963 el Santo Padre San Juan XXIII abrió solemnemente las Sesiones del Concilio Vaticano II, lo pudo hacer después de haber clausurado el Concilio Vaticano I ante los miles de obispos convocados al efecto.

Precisamente, el giro copernicano operado en el Concilio Vaticano II fue comenzar por derrumbar los esquemas propuestos por la Congregación del Concilio, para los habían estudiado y filtrado las propuestas sobre los temas y esquemas del Concilio, por un nuevo esquema: la Iglesia dialogando con el mundo, sobre la base de la dignidad de la persona humana. Este era el punto de encuentro entre la Iglesia experta en humanidad y conocedora del hombre de hoy y poseedora del tesoro de la Revelación entregada como depósito hasta el final de los tiempos.

Esta expresión del diálogo es la más repetida en los documentos más importantes del Concilio Vaticano II y, sin lugar a dudas, lo será en la Constitución Dogmática Gaudium et spes, que fue aprobada el 7 de diciembre de 1965 y que versa “Sobre la Iglesia en el mundo actual”, del que bien podría decirse que es uno de los documentos claves del Concilio: “un documento esencialmente dialógico y conciliador” (146).

Este es el motivo por el que en la reciente obra compilatoria de artículos publicada por el Prof.  John W. O’Malley SJ., titulado “Historia, Iglesia y teología”, donde se recogen artículos dispersos de Historia de la Iglesia publicado en diversas fuentes y recopilados con la intención de que nuestro pasado ilumine nuestro presente, sea también un tema importante: “el diálogo es una característica esencial y distintiva del concilio” (147).

José Carlos Martín de la Hoz

John W. O’Malley SJ., Historia, Iglesia y teología. Cómo nuestro pasado ilumina nuestro presente, ed. Sal Terrae, Santander 2018, 244 pp.