Dios y la historia

 

El catedrático de historia medieval de la Universidad de Cádiz, antiguo Rector del CEU San Pablo de Madrid y gran ensayista, Rafael Sánchez Saus, nos ofrece, desde la perspectiva de una larga y pausada meditación intelectual desde la vida en la ciudad más antigua y hermosa del mundo, este sencillo y original estudio sobre la filosofía de la historia, en el que vale la pena detenerse, aunque sea brevemente.

En primer lugar, sorprende el atrevimiento del autor para plantear claramente que a la filosofía de la historia cuando pretende prescindir del concepto de Dios, no le salen las cuentas ni en la metahistoria, o historia profunda, ni en una explicación medianamente coherente del sentido habitual de los hechos: “Recordemos que el cristianismo, como forma religiosa que condensa esos elementos -revelación de Jesucristo, Escritura y tradición de la Iglesia- es una religión fundada sobre un conjunto de hechos de extraordinaria potencia salvífica pero plenamente inscribibles en el tiempo, una religión, pues, que posee un carácter esencialmente histórico, que ha asumido la condición de relato histórico y ha experimentado desde muy pronto, quizá desde los primeros tiempos, la necesidad de realizarse en la historia, incardinando en ella y en el tiempo que es su condición primera, el reino de Dios que es su promesa y su esperanza” (12).

Indudablemente hasta nuestros días han convivido pacíficamente diversos conceptos de la historia, algunos agnósticos y ateos, pero todos respetuosos con las raíces cristianas de Europa, haciendo honor al argumento asumido por todos los pensadores razonables: sin el concepto de Dios todavía el problema del mal en el mundo se vuelve más inexplicable: “El cristianismo sitúa la aceptación del mal y su sentido en un plano inaccesible para aquellas mentalidades arcaicas: la revelación, cuando es aceptada, ofrece una respuesta que no es sólo de sobrellevamiento de la dañada condición humana, también de transformación y cooperación con el bien” (79)

En ese sentido, vale la pena leer el comentario a las palabras de Maritain y de tantos otros filósofos del siglo XX como Leonardo Polo o Eugenio Trias que impulsan a estudio y profundización de la filosofía del límite: “la obligación del hombre es ser cooperador de Dios y, por tanto, actuar en la historia al límite de las posibilidades, pero sirviendo a Dios” (84). Es más, terminará citando las palabras del papa Benedito XVI en la Encíclica “Deus caritas est”: “la vida de los Santos no comprende sólo su biografía terrena, también su vida y actuación en Dios después de la muerte” (n.42)

La historia es, pues, una suma de voluntades; la de Dios y la libre de los hombres: “Tanto lo bueno como lo malo, contribuye a ese proceso de maduración de los hombres y de la humanidad que acabará realizando el plan de Dios y así sufrimiento y dolor encuentran su sitio en la historia como todo lo que acontece, la lluvia, el sol, la noche y el viento, conforma al fruto en el árbol” (107-108).

José Carlos Martín de la Hoz                            

Rafael Sánchez Saus, Dios, la historia y el hombre, ed. Encuentro, Madrid 2018, 122 pp.