Dos conceptos de libertad

 

La libertad decía san Josemaría Escrivá de Balaguer, siguiendo a santo Tomas de Aquino, es energía, fuerza vital. En efecto, el Aquinate había definido ya en el siglo XIII, el don divino de la libertad como “vis electiva mediorum servata ordine finis” (S.Th, I, q.83, a.4); es decir “la fuerza de elegir los medios en orden al último fin”. Con esta definición, santo Tomás, dirigía los fines particulares al fin último y mostraba la libertad como una fuerza y un don, destinado a ayudar al hombre en el camino de la felicidad.

San Josemaría, explicitaba y ahondaba en esa definición, al mostrar el sentido dinámico del gran don de Dios al hombre que es la libertad. Pues, subrayaba, esa energía vital de la libertad humana, como un don que impulsaba al amor, a la constante maduración de la persona en la búsqueda de la santidad, del crecimiento en las virtudes, acaba superando ese pobre concepto de la libertad limitado a la mera capacidad de elección.

Muchas veces exclamaba san Josemaría “porque me da la gana, que es la razón más humana y más sobrenatural” (Homilías I, n.184), con la que expresaba cómo hacer las cosas por amor; para agradar a Dios y a los demás. Eso, es infinitamente superior al sentido kantiano del deber y está más en la dirección de san Agustín, “ama y haz lo que quieras”, porque lo que desearás es amar a Dios y a los demás más y más.

Precisamente, el filósofo lituano-inglés, Isaiah Berlin (1909-1997), se ha ido convirtiendo en estos últimos años en una de las figuras más importantes del pensamiento inglés de la segunda mitad del siglo XX, en defensa de la libertad, con una larga y fecunda dedicación a la filosofía de la cultura y a la historia de las ideas.

Al hablar del valor y la importancia de la libertad humana en un famoso discurso pronunciado en la toma de posesión de su cátedra de filosofía en la Universidad de Oxford en 1958 y repetidamente publicado, distinguía hábilmente entre dos conceptos de libertad, uno negativo y otro positivo.

Dejemos que sea el propio autor quien explicite algo más esos conceptos: “por libertad negativa entendía la ausencia de obstáculos que bloquean la acción humana (…), hay falta de libertad política cuando los obstáculos son creados por el hombre, tanto de forma deliberada como involuntaria” (p. 177). El otro sentido el positivo lo definía así: “El otro sentido central de la libertad es la libertad para: si mi libertad negativa queda cuantificada al responder a la pregunta: «¿En qué medida estoy controlado?», la pregunta acerca del segundo sentido de la libertad es: «¿Quién me controla?»” (179). Enseguida añadía: “Estos son los dos sentidos centrales de «libertad» que me propuse investigar. Me di cuenta de que eran distintos, de que eran respuestas a dos preguntas distintas; pero que, aunque relacionados, no entraba en conflicto. Ambas libertades son fines humanos últimos, ambas son necesariamente limitadas y ambos conceptos pueden pervertirse en el curso de la historia humana” (179).

Es interesante descubrir la importancia de meditar sobre el concepto de libertad que vivimos y saboreamos cada hombre y especialmente el cristiano, que posee el tesoro de la revelación divina,

José Carlos Martín de la Hoz

Isaiah Berlin, Dos conceptos de libertad, Alianza editorial, Madrid 2014, 199 pp.