Economía y moral franciscana

 

Desde el siglo XVII, coincidiendo con el inicio del pensamiento ilustrado y el racionalismo, tuvo lugar la ruptura de la unidad de las ciencias entre sí y cada una de ellas comenzó a buscar su propio fundamento.

Enseguida, se fueron produciendo distancias, desconfianzas y ausencias de diálogo con la filosofía y la teología, lo que ha revertido en contra del verdadero humanismo y de la antropología subyacente a esas ciencias.

Precisamente, en el interesante trabajo coordinado por el doctor Carlos Valiente Barroso, profesor de filosofía de la religión y neurociencia en el Centro Universitario Villanueva, adscrito a la Universidad Complutense de Madrid, acerca de las relaciones fe y economía.

En efecto, la ciencia económica, que hasta entonces abordaba los problemas cambiantes de la sociedad de los mercaderes y cambios desde el ámbito del derecho y de la ética personal y social, quedó rota en su unidad y armonía con la moral.

De hecho, afirmará el profesor Martín Carbajo en su contribución que “la crisis económica actual y otras iniciativas económicas de los últimos decenios han puesto en evidencia que ese intento de separación carece de sentido pues la economía por sí sola crea más desigualdad, destruye la confianza mutua y amenaza el equilibrio ecológico. La economía funciona mejor cuando asume los valores que propone la religión, es decir, cuando la eficiencia va unida a la solidaridad, los bienes materiales a los bienes relacionales, el capital económico al capital social” (234-235).

Enseguida, Martín Carbajo nos recordará que antes del análisis del capitalismo de Weber existe la escuela de Salamanca: “la reflexión ética de la escuela escolástica de Salamanca, tuvo una notable importancia en el nacimiento de la teoría liberal. Esto lo corroboran algunos autores de la escuela económica austriaca, por ejemplo Schumpeter, quien hace notar que, a finales del siglo XV, la Escuela de Salamanca ya había desarrollado muchos de los temas normalmente asociados al capitalismo, facilitando así la aceptación social del libre mercado” (233).

Martín Carbajo nos recuerda que la caridad cristiana de los franciscanos, como Pedro Juan de Olivi, aplicada a la economía, en siglos anteriores a la propuesta de Weber, ya había apuntado hacia soluciones de “instituciones financieras como los Montes de Piedad” (233). Es interesante, cómo resume nuestro autor la cuestión: “Cuando hablamos del influjo de los franciscanos en el surgimiento de la economía moderna, nos estamos refiriendo a una economía social de mercado, no al capitalismo. Ambas concepciones defienden la participación libre de todos en el mercado, pero son muy diferentes. La primera sostiene que esa participación debe ser no solo libre sino también ética y solidaria, dando prioridad al bien común sobre la ganancia individual” (247).

José Carlos Martín de la Hoz

Carlos Valiente Barroso (ed.), Once teólogos ante el diálogo ciencia-fe. Reflexiones filosóficas a la luz de la revelación, Ediciones Guillermo Escolar, Barcelona 2018, 342 pp.