Desde hace más de veinte siglos la Iglesia Católica viene recordando que la sustancia del mensaje de Jesucristo para su época y hasta el final de los tiempos, no es otro que la caridad: el amor a Dios y a los demás. Es en definitiva el primero de los mandamientos: “El amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo”. No el décimo octavo mandamiento, ni algo rebuscado y complejo, sino algo tan sabido y sencillo.

El papa Francisco vuelve sobre esto, de una u otra manera, todos los días, en la breve homilía de la Misa en Santa Marta o en las audiencias de los miércoles o de modo más solemne en sus Encíclicas y exhortaciones apostólicas. Siempre  es el amor el tema central, el mandamiento esencial, la tarea de la Iglesia: amar y enseñar a amar.

El Papa Benedicto XVI lo había expresado magistralmente en su primera Encíclica Deus Caritas est y a ese tema vuelve el papa Francisco: “Hemos creído en el amor de Dios: así puede expresar el cristiano la opción fundamental de su vida. No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva” (n.1).

Es importante recordar estas ideas básicas al mundo de hoy, como acaba de hacer el catedrático de Geografía de la Universidad de Alcalá y uno de los mejores especialistas en ecología de nuestro país, el Prof. Emilio Chuvieco, cuando ha resumido de modo breve y vivencial el gozo de encontrar el amor de Dios y a los demás a través del celibato.

Así lo resume el profesor Javier López, de la Universidad de la Santa Cruz en el prólogo del trabajo: “Este libro es único en su género. Ciertamente hay muchos sobre el celibato «por el Reino de los cielos» que vivió Jesús y que propuso a algunos de sus discípulos (Mt 19, 12), pero se refieren casi siempre a los sacerdotes o a los religiosos. Casi nunca hablan del celibato apostólico de los laicos, y menos aún de modo autobiográfico, fruto de una experiencia vital”. Lo más importante, por tanto, son las razones escriturísticas, de la Tradición y del Magisterio de la Iglesia, que fundamentan la profundidad de la llamada recibida de Dios para esa situación en la vida. Así lo resume el autor: “el celibato es una vocación divina, una llamada de Dios a una intimidad especial con Él, a una dedicación completa a los demás, que puede realizarse sin abandonar la propia profesión u oficio” (185).

Ahora bien, en el orden existencial, resulta conmovedor comprobar la vida de fe y la fidelidad a la llamada de Dios, como un acto de amor renovado. Así lo confirma el autor: “Mi experiencia vital, con todas las carencias de mis propias limitaciones -que Dios conoce y perdona- me reafirma en el valor de este compromiso, en la alegría profunda de quien está convencido que ha recibido mucho más de lo que ha dado”.

José Carlos Martín de la Hoz

Emilio Chuvieco, Sentido y vivencia del celibato de los laicos, ed. Digital Reasons, Madrid 2017, 198 pp.