El centro del alma

 

Es un verdadero lujo presentar ahora, aunque sea brevemente, la obra del catedrático de lengua y literatura española de la Universidad Autónoma de Barcelona, Guillermo Serés, Académico correspondiente de la Real Academia española de la lengua y, por supuesto, afamado filólogo, acerca de las riquezas y grandes profundidades del alma humana.

En efecto, nuestro autor se detiene a lo largo de este extenso trabajo recopilatorio, a espigar el concepto de alma en las diversas etapas de la historia del pensamiento filosófico, místico y teológico. Además, también se ofrece a realizar una valoración en el plano literario, filológico, gramático y poético.  

El estudio sobre el alma consiste, por tanto, en un detenido repaso a los grandes autores y de las más célebres obras al respecto, que van desde la antigüedad clásica, pasando por el pensamiento escolástico, para terminar en los grandes autores del siglo de Oro de las letras castellanas.

Verdaderamente, el profesor Serés demuestra amplios conocimientos, profundidad, sabiduría y deseos de deleitar al lector, pues realmente tenía razón el Maestro Echkart cuando afirmaba que el fruto de la nada en el centro del alma era la procesión divina en nuestro interior (187).

El alma de poeta de Serés y las grandes reverberaciones de tantos autores clásicos que ha recogido hacen vibrar al lector en muchos momentos claves: “La amistad es otra suerte de amor” (180). 

Si tantos autores de tanta riqueza interior, se adentraron en el estudio del alma hasta llegar al centro, al verdadero santuario de la persona, es que están demostrando su existencia, expresando sus dimensiones y repliegues y animando a descubrir que “donde está Dios está el paraíso” (141).

En el capítulo dedicado a Santa Teresa de Jesús y en sus narraciones de la apasionada vida de amor de Dios, Serés nos recuerda que la santa no “minusvalora la parte inferior del alma, ni su fragante interior, partícipe muchas veces del cuerpo” (187). Enseguida añadirá: “Entiende su propia «docta ignorancia», pero entiende, a pesar de la suspensión de las potencias. Porque Dios es y está en el interior y «para ir en su búsqueda el alma no necesita alas, no tiene más que estar sola y mirar dentro de sí misma y no alejarse de un huésped tan excelente» (camino VII)” (194).

Existe un contraste con san Ignacio de Loyola y sus famosos procesos introspectivos y finos análisis realizados en los ejercicios espirituales para llegar a la rectitud de intención y a la conversión personal: “un trabajo del entendimiento para activar la reflexión y un trabajo de la voluntad para eliminar los desórdenes afectivos del alma y así poder disponérsela a Dios” (195).

José Carlos Martín de la Hoz

Guillermo Serés, Historia del alma. Antigüedad, edad media, siglo de Oro, ed. Galaxia Gutenberg, Barcelona 2019, 447 pp.