El Concilio de Trento y Lutero



            El
profesor Adriano Prosperi acaba de publicar un libro
de síntesis sobre la ambientación histórica del Concilio
de Trento (1545-1662). La primera pregunta que se plantea el lector es si
realmente era necesario volver a escribir un libro sobre la cuestión. La
respuesta está clara después de leer estas apretadas
páginas, donde se corrobora la importancia del tema y donde surgen
abundantes temas para el estudio y la investigación.


            Efectivamente,
este trabajo abunda en el marco histórico con abundante
bibliografía, pero sobre todo con la aportación de nuevos datos
de archivo inéditos. Pero así como se avanza en las fuentes
históricas, sigue faltando ambientación teológica.


            Lutero
en Augsburgo apeló al Concilio por encima del Papa haciéndose eco
del Concilio de Basilea y de Constanza, pero en realidad no creía en
ello. “Una cosa bien diferente fue el llamamiento redactado en 1520:
aquí la doctrina de la superioridad del concilio sobre el papa
comenzó entre otras cosas a integrar la elaboración
teológica de la idea de Iglesia por parte de lucero, que ahora tiende a
anular la diferencia institucional entre sacerdotes y laicos y a fundar la
identidad del cristiano sobre la Escritura como única fuente de la
Revelación divina” (p.15).


            Así
pues, mientras la fractura entre Lutero y la Iglesia Católica
se hacía irreparable, pues lo que parecía un movimiento de
Reforma de la Iglesia se había convertido en una Reforma de la fe
cristiana, el Concilio se presentaba como una solución imposible por la
falta de voluntad política para convocarlo: “La accidentada
historia del Concilio de Trento es una nueva prueba no sólo y no tanto
de las incertidumbres doctrinales y de las polémicas religiosas de la
época sino también –y sobre todo- de que seguía sin
resolverse una gran cuestión externa al concilio mismo: la del poder en
Europa y en Italia” (p.47).


            Es
interesante que esta obra se haya publicado por la Junta de Castilla y
León, pues en su ámbito se encuentran los Archivos de la
Universidad de Salamanca donde se guardan muchas de las respuestas a las preguntas
que se suscitan de la lectura de este trabajo. Como demostraron hace unos
años los Profesores Alfredo García Suárez y Amador
García Bañón, la Escuela teológica de Salamanca del
XVI fue clave en el Concilio de Trento. Además, el Profesor Pedro Rodríguez,
editor de la primera edición del Catecismo de Trento, ha demostrado que
el catecismo Romano publicado después de Trento, el primer catecismo
universal, está sólidamente construido sobre las obras de Domingo
de Soto y de Bartolomé de Carranza, dominicos y teólogos
imperiales en Trento. Ambos autores son ignorados por el Prof. Prosperi en su obra.


            Así
pues, en el tema teológico, existen muchas líneas de
investigación, que hacen necesarias más investigaciones: a la
vista de la interpretación de Prosperi parece
necesario volver a recordarlo: Trento no se limitó a condenar
herejías (p.55), sino que explicitó y clarificó el sentir
de la Iglesia. La
propuesta renovada de la doctrina de la Iglesia estaba firmemente anclada en la
Tradición y en el Magisterio de la Iglesia, por eso rejuveneció
la Iglesia de su tiempo.


 


José Carlos Martín de la Hoz


 


Adriano PROSPERI, El Concilio de
Trento. Una introducción histórica
,
ed. Junta de Castilla
y León, Valladolid 2008, 160 pp.