La reedición de la obra clásica de Marguerite Tollemache sobre el jansenismo en Francia (fieles hasta la muerte), nos da pie para recordar la historia y fines de este particular modo de vivir la fe que tenían los seguidores de Jansenio.

El origen del jansenismo hay que situarlo en la muerte de Cornelius Jansen (1585-1638), obispo de Yprés y en posterior publicación del Augustinus, su obra póstuma, con la que se produjo un enfrentamiento de sus amigos y seguidores con los jesuitas de su tiempo y, en general, con los conformistas, que compartían las ideas de la adecuación de la moral a los tiempos y no la de la lucha por identificarse con la radicalidad de la santidad.

Jansenio antes de morir, tuvo la precaución de someter al papa Urbano VIII sus escritos y en concreto su obra póstuma, el Augustinus, pero no podía expurgar su obra de las famosas tesis de  sabor jansenista que los censores dicen haber encontrado, pues  en realidad el problema estaba en las llamadas al rigor y a la exigencia moral. Esos eran los temas de fondo y eso era imposible de arrancar pues constituye el nervio del Augustinus. De hecho como reconoce la autora de este libro: "nadie ha podido identificar a través de una puntual localización de detalle dentro del texto del libro"  (27).

El jansenismo se convirtió en un movimiento de desconfianza en el interior de la Iglesia católica en Francia. Por una parte, en el plano intelectual, Jansenio había entrado en la polémica entre agustinos y molinistas sobre las relaciones entre gracia y libertad. Para el jansenismo la gracia es solo un don divino, por el que  hay que merecer, de modo que el esfuerzo por ser puras acabará llevando a las monjas de Port Royal a ser llamadas "puras cómo ángeles y soberbias cómo demonios" (184).

Jansen, antes de morir ya había conquistado el fervor y apoyo de Jean-Ambroise Duvergier de Hayranne, (1581-1643), abad de Saint-Cyran, su mejor valedor y buen conocedor de su pensamiento y su mejor amigo desde la juventud: "Cuando Saint-Cyran se presentó como el campeón de las disciplinas eclesiásticas y de los derechos del episcopado contra los monjes y los jesuitas, los obispos, por lo general se pusieron a su lado. Y esta aprobación fue, a su vez, muy bien recibida por él porque su ardiente deseo era el de renovar la Iglesia y restaurar la pureza de la doctrina para lo cual hasta entonces no había contado con su mayor apoyo" (39).

El cambio de rumbo del monasterio de Port Royal Des Champs tuvo lugar en 1575, cuando fue nombrada abadesa Jean de Boulehart y comenzó la reforma del antiguo convento benedictino del siglo XIII. Su labor fue continuada y engrandecida por la famosa abadesa Angélica Arnauld, hermana de mándame Le Maitre, a su vez hermana de Antonio Arnauld.

En contra de Jansenio estaba el poderoso cardenal de Richelieu receloso de las prácticas educativas del monasterio. La publicación de la obra de Antonine Arnauld sobre la comunión frecuente en réplica con el jesuita Sesmaisons, marcará una de las señas de identidad del jansenismo desde entonces pues "Subraya la necesidad de la genuina contrición  e incuestionable amor a Dios y caridad como requisitos que aseguran la eficacia de la absolución" (75).

Tras comentar la conversión de Pascal y Quesnel, nos dice la autora: "Port-Royal ha fracasado en su intento de reformar el catolicismo francés pero, fuera de toda duda, es por completo evidente que ha dejado una huella imperecedera de su ingente existencia en el sublime desempeño y en las más que magníficas y profundas obras de aquellas notables figuras que lo forjaron" (373).

José Carlos Martín de la Hoz

 

Marguerite Tollemache, Los jansenistas franceses. Fidelis usque ad mortem, ed. Las Cuarenta, Buenos Aires 2014, 380 pp.