El orden del tiempo

 

El problema del tiempo y del espacio han fascinado a los filósofos y a los científicos desde la antigüedad hasta nuestros días. Es muy interesante comprobar como ya la primera enciclopedia, “Las Etimologías de san Isidoro de Sevilla”, escritas en el siglo VII, dedicaban un particular interés y espacio a esta materia. Lo que realmente ha cambiado desde entonces hasta ahora, es la falta de diálogo por parte de la ciencia en relación con la fe. 

Pensaba en esta ausencia de referencias a Dios, cuando leía el trabajo del físico italiano Carlo Rovelli, quien ha logrado captar de nuevo la atención del gran público, con un nuevo trabajo de divulgación, en el que presenta de modo, más o menos asequible, el pensamiento de Eistein y de los posteriores intentos acerca del espacio y el tiempo; es decir, nos lo propone como una síntesis y actualización del pensamiento de Aristóteles y de Newton: “La síntesis entre el tiempo de Aristóteles y el de Newton es la joya del pensamiento de Einstein”. No en vano, Carlo Rovelli, es investigador en la Universidad Aix-Marsella (Francia) y es conocido mundialmente, por su libro de divulgación científica, "Siete breves lecciones de física", del que ha vendido millones de ejemplares.

En este nuevo trabajo, Rovelli se detiene a explicar a intentar explicar el concepto de tiempo y el problema del orden del tiempo, tomando como punto de partida las leyes de la termodinámica (25-32) y las sincronizaciones y husos horarios  y, más últimamente, al entrar en colisión los dos grandes campos; el electromagnético y el gravitatorio: “El campo electromagnético es la trama de la que está hecha la luz, y a la vez el origen de las fuerzas que hacen rotar los motores eléctricos y girar la aguja de la brújula hacia el norte. Pero también está el campo gravitatorio: es el origen de la fuerza de gravedad, pero también la trama que teje el espacio y el tiempo de Newton, sobre el que está dibujado el resto del mundo. Los relojes son mecanismos que miden su extensión, y los metros son porciones de materia que miden otro aspecto de dicha extensión” (60).

Sin perder el pulso de la divulgación añadirá que “El mundo es sutilmente discreto, es discontinuo. Dios no ha dibujado el mundo con líneas continuas; lo ha trazado a base de puntitos, con mano ligera” (66). Poco después, señalará que el principio de indeterminación (70) le lleva a su contundente conclusión: “Entendemos el mundo en su devenir, no en su ser” (81). Esto demuestra que a Rovelli, como a la modernidad, la metafísica está fuera de sus intereses, lo cual le llevará a añadir, inmediatamente: “Si por tiempo entendemos únicamente el acontecer, entonces todo es tiempo; sólo existe lo que es en el tiempo” (81).

Es interesante que, en una aparente digresión, el autor se refiera, al hablar de sus maestros en la ciencia, a las entrañables relaciones de amistad y de gratitud científica, señalando cómo la ausencia de los compañeros y seres queridos, afectan verdaderamente a nuestros sentimientos de un modo real (94). En efecto, esta cuestión le llevará al concepto del mundo como relación y al estudio de la ecuación sin tiempo como relacional (98). Un buen esfuerzo de divulgación, con indudables saltos y pasos sin terminar de explicar el tiempo con la sola ciencia, pues son por el momento meras hipótesis (155-156).

José Carlos Martin de la Hoz

Carlo Rovelli, El orden del tiempo, de. Anagrama, Barcelona 2018, 177 pp.