El origen del universo

 

En el diálogo fe y ciencia, a lo largo de la historia, la ciencia ha aprendido muchas veces que hay realidades ulteriores, trascendentes, aportadas por la teología y la filosofía, que son muy importantes para entender el sentido y la finalidad de la vida y del pensamiento humano más allá, por tanto, de lo empírico y constatable físicamente.

Asimismo, la teología ha captado a lo largo de la historia, planteamientos e hipótesis que los científicos se han planteado y han ido presentando, para explicar el origen, la vida y el funcionamiento del universo y que, lógicamente, han provocado respuestas nuevas, antes planteamientos nuevos.

Algunos de estos intercambios interesantes, sus argumentos, sus dificultades, sus detractores, los nombres y características de sus autores, pueden estudiarse en el interesante trabajo coordinado por Carlos Valiente Barroso, profesor de filosofía de la religión y neurociencia en el Centro Universitario Villanueva, adscrito a la Universidad Complutense de Madrid, acerca de las relaciones fe y ciencia, donde podemos encontrar ideas sugerentes por ambas partes.

Este es el caso de la teoría del profesor Stephen Hawking, catedrático de matemáticas de la Universidad de Cambridge quien “afirmaba que no es necesario acudir a Dios para explicar, no ya el movimiento de los astros, sino el origen del universo (…). El universo habría surgido de forma espontánea, dando lugar a lo que él denomina ‘universo contenido’: un universo cuyo origen y desarrollo no precisan ser explicados por nada distinto de él mismo” (121).

Así pues, como nos expone el profesor Jesús García Rojo, Hawking “se ha atrevido a pronosticar que, en un futuro más o menos cercano, la ciencia no dejará espacio alguno a Dios. Ella será capaz de explicar por si misma las cosas que ahora nos resultan inexplicables e incomprensibles” (123).

Quizás esta hipótesis de Hawking y de otros autores como S. Harris, Ch. Hitchens y D. Dennett, defienden que la religión es “perjudicial para el hombre” (122) e intentan solucionar el problema del origen mediante el azar o argumentos parecidos, lo que sería tanto como intentar resolver un problema eliminando el problema o simplemente declarándolo inexistente.

De todas formas, como nos señala enseguida el Profesor García Rojo, son muchos más los autores que afirman que “ciencia y religión lejos de excluirse, son dos maneras distintas de contemplar la realidad: la primera se preocupa de explicar el cómo de las cosas (su función y desarrollo), la segundas se preocupa de explicar el por qué de las cosas (su sentido y propósito). Desde esta perspectiva, prestigiosos científicos afirman que ni Dios es una amenaza para la ciencia (F. Collins) ni la fe es algo irracional (C. Nombela)” (123).

José Carlos Martín de la Hoz

Carlos Valiente Barroso (ed.), Once teólogos ante el diálogo ciencia-fe. Reflexiones filosóficas a la luz de la revelación, Ediciones Guillermo Escolar, Barcelona 2018, 342 pp.