El pontificado en la edad media

 

El Prof.  Ayala hace un esfuerzo por situar el pontificado romano en el contexto de la edad media sin poseer la necesaria sabiduría propia del estudio y colaboración con los recursos de la historia de la Iglesia, ni antes, ni en el periodo estudiado, lo cual desmerece de un historiador y más de su altura y categoría.

No es que para ser historiador sea imprescindible tener fe en la Revelación entregada por Jesucristo a su Iglesia y trasmitida de generación en generación hasta el día de hoy, pero si al menos ser respetuoso con los historiadores de la Iglesia y las fuentes que manejan de modo habitual, sin desconfianzas ni resquemores.

El autor se presenta dubitativo sobre el origen del pontificado romano en la figura de Pedro y de sus sucesores y, así, hablará tímidamente de Ignacio de Antioquía y su manera de dirigirse al papa como quien posee el primado de honor de Roma; menos mal que al menos reconoce la carta del papa Clemente a los corintios de finales del siglo I. Evidentemente se ve que no conoce, mi maneja ni las obras de Ireneo de Lyon, ni tantas otras de los padres apostólicos y apologistas del siglo II (17-18).

A la vista de los autores citados y de los pocos importantes utilizados como fuentes y lecturas de interés, se entiende que en el capítulo introductorio introduzca una falsedad ya enunciada en el proemio del libro: “La Iglesia desde comienzos del siglo IV formaba parte de la estructura del imperio romano, y los obispos de Roma sintieron la necesidad de liberarse de ella y recoger un legado evangélico que proyectaron de manera idealizada. Es así como nace la doctrina del primado apostólico” (11). Bastaría con remitir al autor a leer el Evangelio: “Tu eres Pedro y sobre piedra edificaré mi Iglesia” (Mt 16,18) y cualquier libro de historia de la Iglesia Antigua o de Patrología, para fortalecer su historia. Por ejemplo las obras del profesor Trevijano.

Asimismo resulta lamentable el tratamiento en dos capítulos de la edad de hierro del Pontificado, la poca delicadeza en tratar los temas y la falta de referencia a la fe del pueblo que sostiene el pontificado en manos de unas familias corruptas para liberarlo y que recupere el papado su función humana y espiritual (75-108). De hecho hasta la reforma gregoriana bajo el pontífice Gregorio VII (1073-1085), no se puede hablar de una verdadera reforma del pontificado, pero sí de su recuperación, como parte de la fe del pueblo cristiano.

Aunque esté manchada la exposición por argumentos políticos y sospechosos juicios con la él, hay que recoger este texto del Prof. Ayala: “si duda Inocencio III fue el más grande de los ideólogos de la monarquía pontificia y quien, tras las huellas de León I, Gregorio el Grande, Nicolás I, Gregorio VII y Alejandro III, más contribuyó a reforzar la doctrina del primado papal y la imagen teocrática de la Iglesia. Su pontificado marca un punto central en el reforzamiento de un auténtico estado eclesiástico fundamentado en el derecho canónico, tan eficazmente compilado por Graciano medio siglo antes de su Decreto” (180-181).

 

José Carlos Martín de la Hoz

Carlos de Ayala Martínez, El pontificado en la edad media, ed. Síntesis, Madrid 2016, 403 pp.