El símbolo de la fe

 

En la reciente exhortación apostólica Gaudete et exultate, del Papa Francisco sobre la santidad en la vida de la Iglesia, se recuerda de manera muy viva la llamada universal a la santidad proclama por el Concilio Vaticano II y la necesidad de la formación y conocimiento de la doctrina cristiana para llevarla a cabo con la gracia de Dios.

En ese sentido, es significativo el esfuerzo de la Iglesia desde el comienzo, por poner al alcance los cristianos una exposición clara y ordenada de la fe. Así, en los albores del renacer de la teología, al fin del siglo de hierro, destacaba la Theologia scholarum una de las pocas obras teológicas que conservamos del famoso filósofo Pedro Abelardo (1079-1142). Como es conocido, en el campo del pensamiento teológico, Pedro Abelardo es conocido fundamentalmente, por haber desarrollado el método del sic et non, es decir, una ingeniosa manera de argumentar consistente en agrupar los argumentos a favor y en contra tomados de los Santos Padres, Concilios, teólogos y filósofos anteriores a él, antes de comentarlos y terminar por dar, finalmente, su opinión.

Como señalaba el mismo Pedro Abelardo, fueron los propios estudiantes quienes le habían solicitado que redactara un texto breve que les sirviera de introducción al estudio de la Sagrada Escritura y, en general, de la ciencia de Dios (401).

Asimismo, nuestro autor, en la Theologia scholarium, buscaba destacar, aunque fuera brevemente, la grandeza de la fe cristiana, redactada como resumen armónico y ordenado de la fe, en un pequeño trabajo de teología para escolares, donde se planteaba tratar de la fe, la caridad y los sacramentos en orden a la salvación (406).

Es interesante, como desde el comienzo de esa obra, les recuerda que Dios debe estar presente en todas las obras y pensamientos del cristiano, pues “la caridad es el único amor verdadero”. Por tanto, no debían hacer nada que no tenga por fin alabar a Dios: “Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios” (1 Cor 10,31). es más, recuerda con palabras de san Agustín que “la fe es como el fundamento de todas las cosas buenas” (Simbolo, PL 40, 1189). Es interesante que se plantee con san Agustín, en su sermón 35, la pregunta clave sobre la fe: ¿Qué promete a los creyentes? Y responderá con las palabras definitivas: “conoceréis la verdad” (PL 35,1690). Aquí está todo.

El esquema que seguirá en esta obra será un comentario breve y asequible, del símbolo atanasiano que desde el siglo IV, con pequeñas adiciones había servido para desarrollar la fe de la Iglesia acerca de las cuestiones trinitarias y cristológicas de los primeros siglos y que fueron compendiadas sintéticamente en el símbolo rezado en la misa dominical: el credo nicenoconstantinopolitano.

José Carlos Martín de la Hoz

Pedro Abelardo, Theologia Scholarium, en Corpus Christianorum, Vol. XII, II, Turnnolti 1969, pp. 401-451.