El valor de la conversión

.El Profesor Cesare Giraudo presenta este pequeño, pero muy interesante trabajo, en donde aporta nuevas luces sobre el Sacramento de la confesión, tomadas a partir de las raíces histórico-filológicas y de los más antiguos rituales de la confesión que se conservan de los primeros siglos del cristianismo.

 En las primeras páginas recoge las ilustrativas palabras de San Ambrosio acerca de los orígenes del Símbolo de la fe, cuando al tratar de su composición, recogía la tradición de que los apóstoles se reunieron antes de dispersarse y resumieron la doctrina aportando cada uno un artículo del credo (p.9). A la vez, recuerda el otro esquema que recorre el Símbolo: creo en Dios Padre, creo en Dios Hijo, creo en Dios Espíritu Santo, es decir, el Credo que es ya fórmula bautismal.

Inmediatamente recogerá los abundantes textos patrísticos y escriturísticos sobre el sacramento de la confesión, considerado como segunda tabla de salvación, puesto que la primera tabla sería el bautismo.

Son muy interesantes las explicaciones sobre los términos que utiliza el Catecismo de la Iglesia Católica, sobre este sacramento (nn.1423-1424): conversión, penitencia, confesión, perdón y reconciliación (p.15).

Así, con abundantes textos de la Escritura y de la Patrística recordará que Penitencia implica un "me invade un sentimiento de disgusto" (p. 17). Confesión, se referirá a "acto de contrición, y confesar y adorar a Dios" (p. 21).  Perdón: "que Dios lo deje estar y lo borre de su memoria" (p. 25)

Reconciliación: "es obra de la gracia y la iniciativa divina" (p. 28).

La segunda parte del trabajo consistirá en estudiar las antiguos rituales de la confesión cristiana, pues, como nos dice el autor: "Los Padres de la Iglesia estudian los sacramentos en el culto y a partir del culto" (p. 34).  Así encadenará textos de un gran interés: "Haz que este siervo tuyo sea desatado por mi boca" (p. 40). "Ya que el confesor se dirige a Dios, es normal que se sienta inclinado a ponerse de parte del fiel al que está confesando" (p. 46). "Los confesores son mediadores entre Dios y los hombres" (p. 49). "La confesión un misterio al servicio de la misericordia infinita de Dios" (p. 51). "La confesión un ministerio al servicio de quienes cargan con la carne y viven en el mundo" (54).

En definitiva, nos dirá, en la praxis oriental, es el sacerdote quien pide a Dios que absuelva a los hombres. Esto le servirá para recordar que en la confesión en el rito latino, el sacerdote actúa por analogía como juez y absuelve in persona Christi, pero es Cristo misericordioso el que juzga y absuelve (p.72).

Finalmente se referirá al famoso texto de San Ambrosio en sus catequesis, donde suma eucaristía y confesión: "Si pedimos el pan cada día, ¿porque te has de confirmar con recibirlo una vez al año? Recibe cada día la ayuda que necesitas cada día! Vive de tal manera que merezcas recibirlo cada día. Quien no merece recibiría cada día, Tampoco merece recibirlo una vez al año. Oyes decir que cada vez que se ofrece el sacrificio, se anuncia sacramentalmente la muerte del Señor, su resurrección, su ascensión a los cielos y la remisión de los pecados, ¿y luego no te acercas a recibir cada día este pan de vida? Quien tiene una herida busca la medicina. Nuestra herida es que estamos sometidos al pecado; la medicina es este celestial Sacramento" (San Ambrosio, De sacramentis 5, 25).

 

José Carlos Martín de la Hoz

 

Cesare Giraudo, El sacramento del perdón. Confesión de los pecados y confesión de Dios, ed. Sígueme, Salamanca 2013, 92 pp.