El valor del sufrimiento

 

En el breve ensayo redactado por el artista y profesor Jean Philippe Trottier, acerca de la búsqueda de Jesucristo en el mundo actual, desarrolla algunas interesantes ideas acerca del sufrimiento humano, que vale la pena detenerse a comentar, aunque sea brevemente y de modo casi telegráfico.

En primer lugar, conviene resaltar que es interesante que el autor se detenga dentro del conocimiento de Jesús y de su doctrina salvadora a referirse a la necesidad de la oración para poder entender en profundidad el mensaje cristiano y, sobre todo, para asimilarlo de modo personal.

Asimismo, hacer oración significa dejarse mirar por Jesucristo, que entre al fondo del alma, al centro del alma, de cada alma: “Jesús es capaz de leer en lo más profundo del deseo humano y, además, sabía cómo dirigirse a esta realidad”. Saberse conocido y amado por Dios, rompe la desconfianza que a veces envuelve a la pregunta por el origen y el significado profundo del sufrimiento.

Enseguida, nos recordará Trottier, pensando en términos de confianza “Desde este punto de vista, Jesús invita al hombre a desvelar su propio deseo, que es el de moverse libremente en un espacio unificador” (48). Relacionarse con Jesús es identificarse con él, comulgar con él.

Asimismo, nos dirá nuestro autor, que verdaderamente Jesús fue capaz, porque era realmente Dios y hombre, de transformar la violencia que se dejó padecer, en sufrimiento (70), puesto que “El Dios verdadero, aquel ‘por quien’ -y no para quien- el hombre camina, no ofrece ninguna señal intangible, ni un resultado especialmente mesurable o gratificante” (71).

Es interesante que nuestro autor nos hable de la nostalgia de Dios, como algo importante para revivir en los momentos de perturbación y prueba, cuando buscamos consuelo y sentido en la vida de oración y, especialmente, cuando el dolor o el sufrimiento que nos acompañan en la vida se hace más constante. Es verdad que el cuerpo, el realismo, la enfermedad, nos recuerdan la limitación (98).

Finalmente, refiere su profundización de la confianza: “si por una parte aquel que, la fe implica confianza; por otra, supone ser fiel y fiable. Puesto que, ante todo, fe es relación y no puede desarrollarse en el vacío. Ella posee un aspecto activo (un sujeto confiante) y otro pasivo (un sujeto fiable). Dicho de otro modo, para que yo tenga fe es necesario aquel que está frente a mí -el otro sujeto de la relación- sea digno de confianza y que yo sea capaz de responder siendo también fiable” (110).

Evidentemente Dios es superfidelisimo en el amor, como dice el libro del Éxodo, pero es importante comprobarlo, experimentarlo, hacerlo real en mi vida, es decir, pasar por la prueba de la cruz como los apóstoles, o de la prueba de la cruz del paso del tiempo.

José Carlos Martin de la Hoz

Jean Philippe Trottier, La profundidad divina de la existencia, ediciones carena, Barcelona 2018, 170 pp.