La reciente biografía publicada por Wenceslao Soto Artuñedo SJ, secretario de la Provincia Española de la Compañía de Jesús y director de sus Archivos, con motivo del decreto de virtudes heroicas del Venerable Siervo de Dios, el jesuita Alonso Barzana publicado por la Congregación para las Causas de los Santos del 2017, nos abundantemente materia para hablar de algunas cuestiones relativas a la evangelización de Andalucía y de América.

Efectivamente, el autor va rastreando la documentación acerca de los estudios, vocación y formación del padre Alonso Barzana (1530-1597), para fundamentar, posteriormente, las virtudes heroicas y su fama de santidad en su vida como misionero hasta llegar a la fama de santidad con la que falleció y que perdura en nuestros días abundantemente, como muestra la cruz de Matará que simboliza la fecundidad apostólica de aquellos jesuitas (20). De todas formas, aparecen en este trabajo dos cuestiones claves.

La primera de todas es la raíz avilista. Alonso Barzana era hijo de médico y había nacido en Belinchón (Cuenca), aunque poco después se trasladaría a Córdoba. Fue discípulo de san Juan de Ávila, doctor de la Iglesia desde 2011 y patrono del clero diocesano, a quien había conocido en Baeza en 1547 cuando llegó a aquella ciudad para realizar sus estudios de Artes y Teología (1559) y donde encontró su vocación a la Compañía de Jesús (1566), por tanto, era un hombre llamado por el Espíritu Santo a la santidad en el desarrollo de la propia labor sacerdotal y a una vida de intensas penitencias por la salvación de las almas (41).

La segunda cuestión que aparece en la extensa biografía que estamos comentando, es la metodología apostólica que siguieron aquellos jesuitas en América desde que en 1567 pusieron sus pies en Lima y comenzaron a predicar, administrar los sacramentos a la población urbana de la capital del virreinato y a trabajar en el colegio que instalaron en la ciudad para españoles y criollos (127).

Pronto aprendió el quechua, el aimara, el puquina y, posteriormente otras lenguas hasta ser profesor de lenguas de los recién llegados (141), pues de ese modo, ya podían celebrar la misa, escuchar sus peticiones, organizar misiones populares, clases de catecismo, y administrar los sacramentos a los indígenas, especialmente la confesión, sin necesidad de intérpretes (que eran más dificultad que ayuda) de las comarcas y pueblos próximos a Lima. Enseguida fueron publicados gramáticas, catecismos y devocionarios escritos por él (154). otras las lenguas y otras los curatos y ciudades en donde trabajó intensamente Alonso de Barzana con sus compañeros, como se documenta en estos capítulos y en los despachos de los Visitadores, informes al obispado y Consejo de Indias: Lima, Huarichirí, Arequipa, Cuzco, Julí, La Paz en Bolivia, Potosí, Tucamán y Paraguay: “Barzana se trasladaba por la geografía buscando indios a los que convertir, para introducirlos en una vida de piedad, confesión y comunión frecuentes” (139).

José Carlos Martín de la Hoz

Wenceslao Soto Artuñedo SJ, Alonso de Barzana SJ (1530-1597). El Javier de las Indias occidentales, ediciones mensajero, Bilbao 2019, 500 pp.