Erasmo y el poder eclesiástico

 

Dentro de la urgente necesidad de la Reforma de la Iglesia caput et membris (de la cabeza y de los miembros) que se hacía sentir con toda urgencia a comienzos del siglo XVI, después del fiasco del Concilio de Constanza celebrado un siglo antes, se dieron tres respuestas. La primera, la luterana, que llegó en 1517, con las consabidas 90 tesis de Wittenberg por parte de un agustino biblista, llamado Martín Lutero, quien, como es sabido, comenzó reformando la Iglesia, para terminar por reformar la fe y entregar la Iglesia real al poder civil.

Finalmente, la respuesta llegó desde las aulas de la Universidad de Salamanca, donde la Escuela teológica propiciada por Vitoria y Soto, pusieron fundamento teológico a las reformas propiciadas por los Reyes Católicos, el cardenal Cisneros y el Santo Padre Alejandro VI y lograron que sus principios cuajaran en los Decretos Conciliares del Concilio de Trento.

Hubo una tercera propuesta, menos conocida, que fue la respuesta humanista al problema; la de Luis de Vives, Tomás Moro, Erasmo de Rotterdam y tantos otros autores que buscaron desde la reforma de las letras y de las buenas costumbres, desde el cristianismo interior y el humanismo cristiano propiciarla.

Finalmente terminaron por apoyar la aplicación de los Decretos tridentinos, impulsar la formación humanista de los Seminarios y de las Universidades y lograr que se impusiera el buen gusto y los clásicos en las Cortes europeas.

Un buen exponente de la vía humanista fue Erasmo de Rotterdam (1469-1536) conocido por la edición de obras y trabajos que buscaban la correcta lectura de la Sagrada Escritura y de los Padres de la Iglesia y de los clásicos latinos y griegos. Así como su tenaz enfrentamiento con Lutero que llevó a la ruptura entre ambos, cuando Lutero, por defender sus teorías terminó por negar la libertad cristiana y llevar al hombre al pesimismo más determinante.

Erasmo, Como buen humanista y como persona involucrada en la reforma de la Iglesia, desde la Escritura, los Padres y al Magisterio de la Iglesia, dedicó muchos pasajes de sus obras y diálogos enteros a la crítica más atroz del mal ejercicio del poder eclesiástico separado de la santidad, la caridad, la humildad y el servicio, es decir del ejemplo de Cristo y de san Pedro su primer Vicario.

Precisamente, en la edición “diálogo Julio II excluido del reino de los cielos” (pp. 3-68, que) ahora presentamos, Erasmo muestra de manera contundente que convertir el poder eclesiástico del Papa en algo que suponga aumentar la gloria humana, el poder económico y cualquier otro fin terrenal, es erróneo y repugnante, pues sólo la unidad de la fe, la expansión de la verdadera fe, la promoción de la santidad, la salvación de las almas y el ejercicio de la caridad pueden ser propuestos como los únicos objetivos de la vida del Santo Padre y del ejercicio de la potestad eclesiástica (55-63).

José Carlos Martín de la Hoz

Erasmo de Rotterdam, Escritos de crítica religiosa y política, edición traducción y notas de Miguel ángel Granada, ed. tecnod, Madrid 2008, 201 pp.