Ética y democracia según Benedicto XVI

 

De la misma forma que sus antecesores en el pontificado, Benedicto XVI visitó los foros en los que se discuten y determinan las relaciones entre los hombres y los pueblos: los Parlamentos. En el libro Dos papas, Julián Herranz recuerda como Ratzinger había asistido a la Asamblea General de la ONU en 2008, al Parlamento británico reunido en el Westminster Hall en 2010, y al Parlamento Federal Alemán, el Reichstag, en 2011. El anciano Pontífice había denunciado la dictadura del relativismo y ahora estaba dispuesto a repetirlo delante de los representantes políticos.

En la Asamblea General de la ONU, el papa Ratzinger se refirió a la Declaración Universal de los Derechos del Hombre como una coincidencia entre distintas culturas para "poner a la persona humana en el corazón de las instituciones, leyes y actuaciones de la sociedad (...), frente al creciente relativismo social y legislativo" (págs.50-51). Si Juan Pablo II había hablado de la utopía de una libertad sin verdad, ahora Benedicto planteaba la utopía de una democracia sin base ética.

Ante el parlamento británico, el papa Ratzinger, afirmó que "si los principios éticos que sostienen el proceso democrático no se rigen por nada más sólido que el consenso social, entonces ese proceso se presenta evidentemente frágil, -y concluye que- aquí reside el verdadero desafío para la democracia" (pág.56). Añadamos que, en muchas ocasiones ni siquiera cabe hablar de consenso social, cuando las decisiones políticas se adoptan en base a criterios puramente numéricos, de imposición de las mayorías sobre las minorías.

En el Reichstag, después de recordar la catastrofe que resultó el nazismo, Ratzinger hizo considerar a los políticos que, "el criterio de la mayoría puede ser suficiente para regular muchas cuestiones, pero que en las cuestiones fundamentales en las que está en juego la dignidad del hombre y de la humanidad, el principio de la mayoría no basta" (pág.59). Aquí, Ratzinger tuvo ocasión de recordar que el jurista Hans Kelsen había señalado cómo, en el proceso a Jesús, Pilatos se había mostrado como un auténtico demócrata relativista: "Confió a la mayoría del pueblo el reto de establecer lo verdadero y justo en la condena de Jesús, aunque él estaba personalmente convencido de su inocencia" (pág.57).

En el Westminster Hall, Benedicto se preguntaba cómo introducir la ética en las decisiones políticas y contestaba que en base a los principios de verdad y justicia: "La tradición católica mantiene -dijo- que las normas objetivas para una acción justa de gobierno son accesibles a la razón" (pág.57), y añadía que "existe una racionalidad en todo lo creado y el hombre puede llegar a descubrirla" (pág.39).

Por último, en Madrid, con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud de 2011, el papa Ratzinger volvía a manifestarse sobre la base ética de las acciones de gobierno, esta vez en relación con la economía: "La economía -dijo- no puede ser dejada a la autorregulación del mercado y al único criterio de la máxima ganancia; no se pueden eludir los imprescindibles fundamentos éticos, sobre todo el respeto al bien común y la centralidad de la persona en la actividad económica" (pág.36). El criterio de la máxima ganancia recibe el nombre de especulación; especulación en la venta de inmuebles, en los alquileres, las materias primas, los combustibles o la distribución de alimentos; una especulación que deja fuera del mercado a los menos pudientes.

Después de recordar las palabras de Benedicto XVI, concluímos que la ética en la acción política consiste en aplicar los criterios de verdad y justicia, y que, por encima del principio de las mayorías se encuentra el del respeto a los derechos humanos y de las minorías, por ejemplo de aquella minoría social que se mueve en base a criterios de inspiración religiosa. También cabe hacerse la pregunta de si en España existe una democracia plena o no.

 

Juan Ignacio Encabo Balbín
Julián Herranz, Dos papas, Rialp 2023.