Helena, una mujer fuerte

 

Releer es verdadera cultura. Volver a ciertas obras leídas hace tiempo es ejercicio saludable de memoria, reflexión y creatividad: cultivo del espíritu o cultura. Me refiero a una obra de Waugh sobre la emperatriz Helena, una mujer fuerte que estrena la fe, presentada en una de las biografías publicadas por Editorial Juventud. Escrita en 1950 y editada en España en 2006 es una recreación de la vida de esta mujer oriunda de Britania nacida a finales del silgo III, casada con Constancio, Cloro, que la llevó a Tréveris mientas él guerreaba en Oriente, y más tarde vivirá en la bella Dalmacia.

Su hijo famoso, Constantino, Graco, un miliar se sentirá a gusto lejos de la urbe y de las intrigas palaciegas. Pero no desdeñará el mando del imperio en la plenitud avanzada de su vida, después de vender a Majencio en el puente Milvio de Roma, como es sabido, con ayuda celestial según la tradición piadosa. Favoreció el cristianismo en parte por conveniencia para lograr la unidad del Imperio y en parte porque había crecido impetuosamente en medio de las cruentas persecuciones.

Helena es presentada desde joven que se instruye, con una mirada amable, como “la perpetua preguntona”, que bautizará años más tarde con avanzada edad y en privado,  encontrando las respuestas realistas que tanto buscaba en el Evangelio con la ayuda del escritor cristiano Lactancio. Y con setenta años se propuso viajar a los santos lugares y ver qué había de cierto en los restos de la tierra de Jesús. Con su tenacidad y ayuda del Cielo, según la tradición, un tres de mayo encontró en un pozo bajo metros de ruinas la Cruz y otros instrumentos de la Pasión. Una mujer hoy puede enseñar mucho a los pragmáticos escépticos del siglo XXI formados en una universidad muy limitada en amplitud de miras.

Esta biografía, en buena parte novelada pero fiel a la sustancia de los hechos históricos conocidos, presenta a una Helena muy atrayente, una mujer que encuentra la fe y con pragmatismo comprueba los restos objetivos de la Pasión de Jesucristo. Como buen británico, el autor se identifica con ella poniendo en su carácter fina ironía, sutileza y amabilidad. Los personajes como Constancio, Constantino, Lactancio, etc. son presentados con pocos trazos y verosimilitud formando un coro realista y sugerente de la vida de la gran Helena.

JOL