La actualidad de Francisco de Vitoria

 

En la introducción general del maestro Pinckaers (1925-2008), profesor Ordinario de Teología Moral Fundamental de la Facultad de Teología de la Universidad de Friburgo, con la que inaugura extensamente su manual de teología moral fundamental (77 páginas), después de hablar abundantemente del Concilio vaticano II y de las pertinentes líneas conciliares para la reforma de la teología moral, se remitirá a las que luego cuajarían en las páginas del catecismo universal aprobado por san Juan Pablo II, con expresiones tan ricas como la vida en Cristo.

Asimismo, haciéndose eco de la Constitución conciliar Gaudium et spes y de la teología de la liberación, se interrogará acerca de la importancia de la virtud de la justicia y afirmará inmediatamente con contundencia: “Sin duda, no se puede reprochar a los moralistas de los últimos siglos no haber concedido a la justicia un lugar importante. Baste con consultar el índice de los manuales de moral para comprobar que todos ellos consagran muchas páginas al tratado de la justicia”.

Es más, añadirá también muy claramente a renglón seguido: “si hubiera un reproche que hacer a estos moralistas, sería, más bien, el haber hinchado el estudio de la justicia y haberse entregado así a una concepción demasiado jurídica de la moral”. Algo no muy extraño pues precisamente desde que la teología nominalista se hizo fuerte en el siglo XIV y XV, con Ockham y Biel, hasta la llegada de la Escuela de Salamanca y su influencia en el Concilio de Trento, el predominio escolástico fue ockamista y, por tanto, la moral excesivamente juridicista.

En efecto, Pinckaers señalará a continuación: “Con todo, es preciso rendir homenaje a los grandes teólogos españoles del siglo XVI, como Francisco de Vitoria, por sus estudios sobre la justicia, que fundaron el derecho internacional moderno”. A lo que debemos añadir que el derecho de Gentes desarrollado por él y por su escuela, con autores de la talla de Domingo de Soto, Báñez, etc., así como las reverberaciones en Francisco Suarez y Juan de Mariana, cuyo magisterio llegó gracias al latín y a la comunicación entre universidades a todo el orbe.

Además, esa teología renovada, con la vuelta a las fuentes, a la Sagrada Escritura y la Tradición y con un santo Tomás leído y aplicado, iluminaron las leyes de indias el derecho de guerra o el problema de los pobres.

Es interesante lo que señala Pinckaers seguidamente sobre el Padre Vitoria: “Pero sus profundas visiones apenas se encuentran en los manuales posteriores, cuyas pretensiones son más modestas. Estos manuales se limitan al examen de los casos de conciencia; se interesan, ante todo, por la justicia conmutativa que regula las relaciones entre los individuos e impone obligaciones estrictas. Descuidan la justicia general que se refiere a las relaciones en la sociedad, y esto ocurría en la misma época en que los filósofos elaboraban nuevas estructuras para los estados” (66).

Pinckaers señala la importancia de leer a san Juan Pablo II y su doctrina desde la escuela de salamanca. A lo que sugerimos añadir el discurso del Papa en Salamanca 1 noviembre de 1982.

José Carlos Martín de la Hoz

Servais Theodore Pinckaers, OP, Las fuentes de la moral cristiana. Su método, su contenido, su historia, ed. Eunsa, Pamplona 1988, 592 pp.