La amistad en tiempos difíciles

 

El siglo XVI, es decir, el siglo de oro de las letras españolas, se ha constituido en un verdadero laboratorio de ideas, incluso de algo tan actual y perenne como es el valor y la importancia de la virtud de la amistad, tanto para el desarrollo, equilibrio y madurez de la persona humana, como para la construcción de la sociedad de un modo razonable y sostenible.

Conviene recordar, que no eran épocas pacíficas, pues ya Santa Teresa hablaba claramente del siglo XVI como de “tiempos recios” y es el propio autor de la obra que ahora presentamos, quien añade en su prólogo: “eran tiempos difíciles, turbulentos, tormentosos, de tragedias y enfermedades, de guerras e incomprensiones, de desventuras y destrucción, de muertes y desamor”.

El académico, profesor y escritor Enrique García Hernán, Investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas y autor de obras de historia social, militar y política, destaca recientemente por obras tan importantes como la biografía de Solorzano Pereira, las relaciones entre Felipe II y la isla de Irlanda, la vida y biografía de san Ignacio de Loyola o esta última aportación que ahora presentamos, acerca de las relaciones entre Moro y Vives.

La abundante documentación consultada, asimilada y vertida por el autor, junto con la prosa suelta y bien trabada, hace de esta lectura un verdadero aprendizaje histórico como un ejercicio de lectura de buena literatura.

Verdaderamente, el origen del libro que ahora presentamos radica en la carta en la que Vives narra a sus amigos, la muerte de Moro, un verdadero y profundo amigo, a quien desea honrar con el recuerdo de su martirio y en donde se escribe una de las páginas más hermosas acerca del elogio de la amistad.

Una amistad que, como enseña la teología y la piedad católica, procede de la amistad con Dios. Verdaderamente Moro y Vives eran amigos de Dios y compartían esa amistad divina entre los dos, con vínculos más fuertes que los naturales, pues, al decir de la Escritura, “donde dos o tres estén reunidos en mi nombre yo estaré en medio de ellos” (Mt 18, 20). La amistad los llevaba a Dios y de Dios procedía la fuerza para conocerse y tratarse y quererse.

Quizás en estas palabras del autor del libro se resume la cuestión: “En el ocaso de sus vidas, uno en 1535 y el otro en 1540, se dieron cuenta de que lo que de verdad importa no es otra cosa que el que se salva sabe, y el que no, no sabe nada, o como repetía Vives: solo vive mucho quien vive bien; o como Moro decía de los utopienses, que morían felices con la memoria de haber vivido bien. Pero para vivir bien hay que tener amigos, porque, decía, la sal de la vida es la amistad. Al finalizar su peregrinación se percataron de que la felicidad no estaba en andar deprisa para llegar a la meta, sino en el propio camino, disfrutándolo, contemplándolo, compartiéndolo, amándolo” (11).

José Carlos Martín de la Hoz

Enrique García Hernán, Vives y Moro. La amistad en tiempos difíciles, ediciones cátedra, Madrid 2016, 402 pp.