La confianza económica

 

Es interesante volver a los grandes textos de la historia económica para rastrear el influjo que tuvieron en ellos los grandes maestros de la Escuela de Salamanca Francisco de Vitoria, Domingo de Soto y Melchor Cano y luego sus discípulos en materia económica como Villalón, Saravia, o Luis de Alcalá.

Precisamente en La Teoría general del ilustre economista Lord J.M. Keynes (1883-1946),  profesor de la Universidad de Cambridge y empresario, y de quien tuvo una particular importancia en la Royal Economic Socity, se ha convertido, con el paso del tiempo, es una de la obras de teoría económica más importantes y famosas de la historia de esta ciencia y ha sido editada muchas veces y traducida a las principales lenguas del mundo desde que se publicaran por primera vez en los años treinta del siglo pasado, los complejos y fluctuantes trabajos (299).

Precisamente, lo que ha hecho que este trabajo se haya quedado obsoleto es lo mismo que le hizo famoso: el paso del tiempo: “su principal objeto es ocuparse de las difíciles cuestiones de la teoría, y sólo secundariamente de sus aplicaciones prácticas” (17).  El miedo al control de las personas a través de las nuevas tecnologías y de las redes sociales, de la que se habla tanto, recuerda la opinión de Keynes: “Por mi parte, soy ahora un poco escéptico respecto al éxito de una política puramente monetaria dirigida a influir sobre la tasa de interés” (171).

Resulta de un gran interés la referencia a la confianza, elemento básico para el sistema económico. “Es el retorno de la confianza, para hablar en lenguaje ordinario, el que resulta tan poco susceptible de control en una economía de capitalismo individual” (302). Enseguida hay una referencia al elemento tiempo en el ciclo económico. En primer lugar, para recuperarse de una crisis, por la duración de los bienes, y la tasa de crecimiento, los costos de almacenamiento.

Al regresar a la crisis comentará que: “La desilusión viene porque de repente surgen dudas en relación con la confianza que puede tenerse en el rendimiento probable, quizá porque la actual muestra señales de baja a medida que las existencias de bienes durables de reciente producción aumentan en forma sostenida” (302). Enseguida añadirá: “Una vez que la duda surge, se extiende rápidamente” (301).

Con respecto a la usura, reconoce que los escolásticos del XVI supieron distinguir: “la tasa de interés y la eficiencia marginal del capital; porque ahora se ve claramente que las disquisiciones de los eruditos escolásticos tenían por objeto dilucidar una fórmula que permitiera a la curva de la eficiencia marginal del capital ser elevada, mientras aplicaban los reglamentos, las costumbres y la ley moral para conservar baja la tasa de interés” (331). Enseguida, nos recuerda que Adan Smith comprendió el problema de la usura como los autores nuestros del XVI, aunque fuera muy atacado, (como también hizo Pascal con los jesuitas): “favoreció una baja tasa de interés como propia para ampliar las oportunidades de que los ahorros encontrarán salida en nuevas inversiones más bien que en deudas y defendió la moderada aplicación de las leyes sobre usura” (331).

José Carlos Martin de la Hoz

J. M. Keynes, Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero, ed. Fondo de cultura económica, México 2017, 413 pp.