La desconfianza ética

 

Una de las mayores calamidades que introdujo en la historia la metodología cartesiana, con el enunciado de la duda metódica, fue la desconfianza ética, es decir, ese actuar como si Dios no existiera, como si no hubiera más objetividad posible que la de la certeza de la propia existencia.

El interesante trabajo del profesor de Teología Moral de la Facultad de Teología de la Universidad Católica de Oporto, Jorge Cunha (1958), acerca de la ética cristiana, representa un valioso intento de recuperar esa confianza en Dios y en la revelación que nos ha traído Jesús, en su persona y en su doctrina y, por tanto, la confianza en la Iglesia y, también en nuestros hermanos los hombres y, finalmente, en nosotros mismos.

Es importante ser prudentes, pues, aunque estemos bautizados, todavía quedan en nuestro interior, los restos del pecado original y existe, por tanto, el germen del mal en nuestro interior y en el alma de quienes convive con nosotros. Pero una cosa es la prudencia y otra la desconfianza, esa que lleva a algunos a pensar siempre mal de uno mismo y de los demás (49).

Hemos de agradecer a Jesús tener conciencia y haber ido formando la conciencia, aprendiendo de nuestros errores a ser humilde y pedir ayuda y a pedir perdón con sencillez, pero también agradecer el poder rectificar y reconocer nuestros errores, pues eso es mucho (60-61).

Los tiempos de recogimiento, de examen, de oración ayudan mucho al alma; “es la adhesión a la Vida lo que da luz y palabra al ser humano para situarse en el mundo del valor moral sin vanidad ni hipocresía” (65).

Precisamente la amistad y confianza con Jesús la recuperación de la complicidad es la que nos hace ir cambiando: “En la ética de Jesús, las cosas no acontecen como en la ética natural, en la que hay un dato previo, una programación anterior a ser desarrollada” (75). La amistad de Jesús conlleva dejarse moldear por Él.

De hecho, solo hay un verdadero y certero camino: la identificación con Jesucristo, no una simple adhesión más o menos afectiva: “Si Dios es amor, el ser humano, generado en la Vida, es también Vida y amor. Esta es su definición, aunque será simplemente incoativa” (77).

Cuando escuchamos el mandamiento de la caridad muchas veces nos quedamos en su radicalidad o en su grado de dificultad y raramente recordamos que tenemos no un camino indicado sino un guía para ese mismo camino: “Él vive la norma y así la hace accesible. La afirmación del Evangelio de san Juan: ‘Amaos los unos a los otros como yo os he amado’ (Io 13, 34) no es simplemente una formulación de la norma, sino la descripción del modo de vivir de Jesús, tal como se realiza y revela en su pascua” (78-79).

José Carlos Martín de la Hoz

Jorge Cunha, La ética de Jesús, ediciones sígueme, Salamanca 2018, 124 pp.