Desde que Juan Pablo II, después de un riguroso estudio histórico-teológico concluyera de modo definitivo, en la Carta Apostólica “Ordinatio Sacerdotalis” (22 de mayo de 1994), que según la tradición de la Iglesia católica el sacerdocio ministerial femenino no había sido querido por Jesucristo para la Iglesia y que, por tanto, quedaba cerrado el debate sobre la cuestión, las líneas de profundización acerca del papel de la mujer en la Iglesia del siglo XXI se han dirigido en otras direcciones que la que podíamos denominar clerical

De todas formas, en el documento mencionado y en otros de la Congregación para la doctrina de la fe, se recordaba que cuando se hablaba del diaconado femenino en la antigüedad, se estaban refiriendo a la diaconía en la antigüedad, de tanta raigambre escriturística y de tanto peso en la primitiva Iglesia, pero no al sacramento del orden ministerial, ni a una ordenación inmediatamente anterior al sacramento del orden y, por tanto, al presbiterado.

Precisamente, en el encuentro con el Papa Francisco en Roma, que tuvo lugar el 12 de mayo de 2016 con las hermanas de la UISG (Unión Internacional de Superioras Generales), el Santo Padre no se limitó a estar con ellas escuchar sus testimonios de adhesión y dirigirles un discurso para animarlas en su quehacer, sino que aceptó contestar sus preguntas.

Una de aquellas religiosas, la hermana Teresina, planteó al Santo Padre, la comparación entre el diaconado permanente masculino y la posibilidad de plantear una comisión que estudiara el diaconado permanente para las mujeres que lo desearan. Esa comisión se constituyó en agosto de ese mismo año. Evidentemente, que con independencia de lo que sugiera la comisión y lo que, posteriormente, el Santo Padre determine, se pueden hacer algunas precisiones interesantes a la cuestión que estamos tratando.

Desde el punto de vista histórico, se ha dado a lo largo de la historia una bella y magnifica tradición de entrega generosa a Dios, y a los demás, de servicio innegable de la mujer en la Iglesia y, también, especialmente en esta ultima etapa, en donde al faltar el clero en algunas zonas, religiosas bien preparadas han llevado la dirección de la catequesis en algunas parroquias, colaborando en la distribución de la comunión a los enfermos y otras funciones.

Por supuesto que la diaconía o el servicio abnegado al culto y a las obras de caridad son tradición en la Iglesia y, por supuesto, entre las mujeres cristianas, de hecho, se conservan innumerables instituciones beneméritas y vidas santas a lo lar largo de la historia hasta nuestros días. De hecho, en los documentos de la primitiva historia, como han resumido los historiadores, algunas mujeres que demostraron una gran dignidad en la tradición de la Iglesia fueron diaconisas en la diaconía del Señor, con un servicio específico en la Iglesia a la que estaban dedicadas

Por tanto, no hay servidumbre si no verdadero servicio hondo y profundo a Dios, a la Iglesia, a la sociedad, a los hermanos. Así mismo los carismas del Espíritu Santo han mantenido viva las obras de misericordia tanto corporales como espirituales.

José Carlos Martin de la Hoz