La divinidad oceánica

 

A lo largo de las páginas del estudio, el autor, el filósofo catalán José Cobo (1962), ha salido al paso de aquellos de desean convertir el cristianismo de una fe revelada, una religión sin dios, a la que denomina “divinidad oceánica”.

Es una característica general de esta obra el tono habitualmente desenfadado con el que se expresa el autor, provocador, desgarrado e incluso falto de precisión lógica y terminológica, e hiperrealista (81, 83, 106) con el que está escrito.

En efecto, el autor parte de la base de que la fe cristiana en la actualidad es rechazada como aparentemente increíble para los esquemas mentales de las generaciones actuales a las que dice que producen rechazo, pero también sería así, porque se presenta claramente deformada en su exposición y, sobre todo, porque hay abultadas ausencias en la coherencia con la que habitualmente se vive y practica por muchos: “ciertamente, nosotros ya no podemos ver las cosas como las vieron los primeros cristianos. Sin embargo, lo que no cabe hacer sin faltar a la verdad es traducir el kerigma a nuestros esquemas mentales como si los primeros cristianos en el fondo hubieran querido decir lo que no dijeron” (68).

En esa línea, el autor insistirá en que en que la solución llega siempre, siglo a siglo, desde el mismo sitio: replantear el modo de hablar del crucificado y de la resurrección de Jesucristo como solidos e irrenunciables principios en la exposición y comprensión del misterio cristiano: “vale lo que se reveló, a saber, la identificación de Dios con un crucificado” (66). A lo que añade audazmente, pocas líneas después: “Dios vuelve a la vida -llega a ser lo que es- con la vida de un crucificado” (67).

Es muy importante, para el autor y lo hará muchas veces, asentar por encima de cualquier explicación o exposición la realidad cristiana tal y como es y será: “Jesús fue levantado de entre los muertos por el poder de Dios” (72).

Enseguida, vuelve una y otra vez a la comprensión del nuevo ateísmo el de “aquellos que se decantan honestamente por una concepción impersonal de Dios” (73). Para decirles que no, que eso no existe, como tampoco existía en la antigüedad con ese Panteon lleno de dioses, ni que el budismo sea camino para otra cosa que la nada: “El Gólgota, ciertamente, no deja las cosas de Dios como estaban” (75).

Precisamente, porque hace falta mucha finura de fe y finuras de amor para captar el misterio que Dios nos ofrece y al que nos invita a creer con el don de la fe, puede ser que haya tan pocos santos en la historia: “Puede que a lo largo de la historia haya habido pocos hombres de fe” (166).

Finalmente, volverá en las la cuestión de Jesús y las religiones: “el cristianismo a la hora del diálogo con las distintas religiones, no puede prescindir de la cuestión de la verdad. Pues la verdad es la verdad de Dios. Y la verdad de Dios -su acontecer- no se decide desde nuestro lado, sino desde el de Dios” (208).

José Carlos Martín de la Hoz

José Cobo, Incapaces de Dios. Contra la divinidad oceánica, Fragmenta editorial, Barcelona 2019, 233 pp.