La Eclesiología de Yves Congar

 

Entre los muchos y grandes teólogos que tuvieron la oportunidad de hacer oír su voz y aportar su teología en el Concilio Vaticano II, destacan principalmente aquellos que contribuyeron al llamado giro eclesiológico. Entre estos, hay uno que brilla con luz propia; el dominico Yves Congar (1904-1995).

Precisamente, Congar formado en la escuela de Le Saulchoir, donde adquirió el gusto por las Fuentes y especialmente por la patrística, pudo desarrollar el estudio del misterio de la Iglesia, maravillosamente expresado, posteriormente, en la Constitución dogmática Lumen Gentium, motivo por el cual fue nombrado tardíamente cardenal por san Juan Pablo II, casi al final de su vida.

Se suele decir que el gran mérito de Congar fue haber partido de la eclesiología de santo Tomás de Aquino y haber respondido desde ella a la propuesta del cardenal Suenens, en las primeras sesiones del Concilio cuando, precisamente, proponía como camino del Concilio el que la Iglesia meditara sobre su ser y entrando en dialogo con el mundo, pudiera ofrecerse a si misma como camino para encontrar a Dios.

De ahí que se ha podido afirmar que en Congar se da la síntesis entre dos conceptos claves eclesiológicos; el del Cuerpo místico de Cristo, que ya había sido tratado por san Pablo en su carta a los Corintios: Cristo cabeza, y la Iglesia su cuerpo místico, en donde todos somos parte de Él, es decir hechura divina, y no somos nada sin él, pero él quiere que todos vivamos y sintamos con Él el ser de la Iglesia.

A la vez, ese cuerpo místico se expresa bíblicamente como el nuevo pueblo de Dios en marcha, que camina hacia la salvación a la vez que construye la ciudad terrena, de modo que siempre estamos en camino hacia la salvación bajo la guía del buen pastor que nos quia cuida y protege.

Una definición que subraya el papel preponderante de los laicos, entendidos como miembros del cuerpo místico y destinados a ser el instrumento de Cristo para la invitación de Cristo a la salvación de las almas, pero también a la iluminación desde sus vidas santas de los propios ambientes sociales, políticos, culturales y personales, mediante la luz del evangelio hecho vida en cada uno de ellos. Así lo expresaba en su obra “Jalones para una teología del laicado” escrito en 1953. La salvación cristiana asume y engloba la liberación social, política, económica, cultural y personal, dándole profundidad y plenitud en la trascendencia

El profesor Rodríguez expresaba muy bien esta síntesis de cuerpo místico y Pueblo de Dios con la idea motriz del Concilio: la Communio. De hecho, al puro estado de Congar define el ser de la Iglesia como “la comunión de Dios Padre con sus hijos los hombres y entre sí, en Jesucristo por el Espíritu Santo”.

En cualquier caso, no podemos olvidar que el concepto de la Iglesia como sacramento universal de salvación está muy relacionado con las luces cristológicas, pneumatológicas y trinitarias que alumbraban los padres de la Iglesia cuando afirmaban que la Iglesia había brotado del costado abierto de Cristo.

José Carlos Martín de la Hoz