La eficacia del cristianismo

 

En los tiempos de la revolución francesa se planteó abiertamente en Francia y, después, en otros países que habían desembocado como ella en el liberalismo durante el siglo XIX, la pregunta acerca de la necesidad en el mundo de las órdenes religiosas católicas contemplativas.

Sin duda influía en esa campaña el descrédito de la vida cristiana, tras largas luchas de la Iglesia católica contra el rigorismo de los jansenistas, el secularismo de la ilustración y de la Enciclopedia  y, a la vez, por devolver el crédito a la predicación de los jesuitas que habían quedado tocados por los ataques de Pascal.

Sin duda habían detenido esas desconfianzas la santidad de los carmelos teresianos que habían crecido y se habían distribuidos por toda Francia, la propia santidad de santa Teresa de Liseaux,

Además, la familia cristiana había salido fortalecida de la crisis y los seminarios diocesanos estaban de nuevo llenos después de la Revolución. A esto hay que añadir el impulso misionero desde Francia y también el de la caridad,  como el crecimiento de las hijas de la caridad de san Vicente de Paul.

Pero, es indudable, que la inercia y la propaganda oficial fueron grandes, y, de hecho, el odio y la violencia anti cristianas, acabaron por llevar a Francia por el camino del racionalismo y de la frialdad contra la Iglesia.

Pocos años faltaron para que la pregunta sobre la eficacia terminara por radicalizarse, y convertirse en la duda sobre el interés y la eficacia del cristianismo, tanto en el orden moral, el de la beneficencia y el conocimiento, pues después de reducir a la Iglesia a la tarea de la caridad con los desfavorecidos, los liberales y marxistas concluían que con la llegada de la justicia ya no hacía falta la caridad, pues desaparecerían los pobres con la llegada de la nueva humanidad del progreso y la ciencia.

Evidentemente, las utopías fracasaron, y el siglo XX ha sido testigo, con el largo pontificado de san Juan Pablo II, de un renacer de la vida de la Iglesia en Francia y en Europa, mediante la aplicación del concilio Vaticano II, el catecismo de la Iglesia Católica y el renacer de la reforma litúrgica. Queda mucho que hacer, pero la presencia de la Iglesia y su doctrina ilumina millones de vidas en occidente y su tarea mediante las obras de caridad, de educación, etc., es inmensa.

Todo esto puede leerse en este ensayo del profesor y escritor Juan Luis Lorda, quien nos desvela que la esencia del cristianismo es Jesucristo y que cuando el cristiano se encuentra con Jesucristo y convierte su vida en su seguimiento, como el discípulo y el maestro, entonces está en condiciones de profundizar en el sentido de la caridad y la imitación de Jesús en el mandamiento del amor. A través del estudio de la fe, la esperanza y la caridad, nos devuelve a la profundidad y riqueza del mensaje cristiano.

José Carlos Martín de la Hoz

Juan Luis Lorda, El fermento de Cristo, La eficacia del cristianismo, ed. Rialp, Madrid 2003, 222 pp.