La fe en la Iglesia

 

Uno de los documentos más importantes del final del siglo XX, salió de la pluma del periodista Vittorio Messori en 1985, merced a su extraordinaria pericia y buen hacer para darle forma de libro, de extenso informe, a una larga conversación con el cardenal Joseph Ratzinger (1927), Profesor Ordinario de Teología, uno de los teólogos más importantes e influyentes en los documentos del Concilio Vaticano II, cofundador de las importantes revistas de investigación teológica, Concilium y Communio, nombrado por el beato Pablo VI cardenal arzobispo de Munich desde 1977 y por san Juan Pablo II Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la fe, desde 1982.

Entre los factores claves del éxito de ese “Informe sobre la fe” está el haber dado con la clave de la cuestión desde las primeras páginas del mismo. Efectivamente, hay un núcleo capital en esa conversación, que es el amor a la Iglesia y sobre esa cuestión girará y se articulará todo lo demás. Amar a nuestra madre la Iglesia, forma parte capital del mensaje cristiano que hemos de vivir y de transmitir a las siguientes generaciones.

Es necesaria la meditación constante acerca del ser de la Iglesia. Precisamente, en la liturgia de la Iglesia (otra de las cuestiones clave) del pasado día de la Ascensión que acabamos de revivir, hemos vuelto a recordar en el evangelio de la Misa, el inolvidable mensaje de Jesús: “Yo estaré con vosotros, todos los días, hasta el final de los tiempos”.

Esa seguridad de la cercanía de Jesucristo, de su donación continuada a través de los sacramentos y la predicación de la Sagrada Escritura, el Pan y la Palabra, expresan muy bien los tesoros que nos ofrece la Iglesia a sus hijos. Por eso, al comienzo del Informe nos recordará el cardenal Ratzinger: “Hoy más que nunca, el Señor nos ha hecho ser conscientemente responsables de que sólo Él puede salvar a su Iglesia. Esta es de Cristo, y a Él le corresponde proveer. A nosotros se nos pide que trabajemos con todas nuestras fuerzas, sin dar lugar a la angustia, con la serenidad del que sabe que no es más que un siervo inútil, por mucho que haya cumplido hasta el final con su deber. Incluso en esta llamada a nuestra poquedad veo una de las gracias de este período difícil” (18).

Hace casi cuarenta años afirmaba el cardenal Ratzinger, entonces Prefecto de la Congregación para la doctrina de la fe: “Desde mi silla, bien incómoda (pero que al menos me permite ver el cuadro general), me he dado cuenta de que determinada «contestación» de ciertos teólogos lleva el sello de las mentalidades típicas de la burguesía opulenta de occidente. La realidad de la Iglesia concreta, del humilde pueblo de Dios, es bien diferente de como la imaginan esos laboratorios donde se destila la utopía” (24).

Efectivamente, la Iglesia a través de la Congregación de la doctrina de la fe, tiene como misión velar por la rectitud de la fe en el mundo entero, sobre todo a través de una tarea de “estímulo, de propuesta y orientación” (26). Exponer la verdad salvadora de Jesucristo: “es un verdadero escándalo la convicción de la Iglesia de que hay una Verdad con mayúscula y que esta Verdad es reconocible, expresable y, dentro de ciertos límites, definible también con precisión” (28).

José Carlos Martín de la Hoz

Cardenal Joseph Ratzinger, Informe sobre la fe, entrevista de Vittorio Messori, ed. BAC, Madrid 1986, 220 pp.