La huella del pasado

 

La teología de la historia, como la historia de la teología, son dos maravillosas herencias que nos entregaron los grandes teólogos e historiadores de la segunda mitad del siglo XX, cuando profundizaron en la realidad inabarcable de la historia de la salvación operada por Cristo a lo largo del Antiguo, del Nuevo Testamento y de la historia hasta el día de hoy.

El profesor de filosofía y escritor canadiense François Jaran (1976), se detendrá en este trabajo que acaba de editar en Herder, a estudiar las relaciones entre un hecho histórico y un hecho real, de modo que pretende escuchar a la filosofía de la historia todo lo que puede aportar para que pueda ser usada por la teología de la historia como herramienta válida y con capacidad de profundizar-

La cuestión de fondo que terminará por lastrar este ensayo es que enseguida, buscará luces en el ontologismo de Heidegger y en la reflexión hermenéutica de Dilthey, para completar la materia. El problema es que a veces es tan dependiente de Heidegger (65) que acaba por perderse como él en un vago ontologismo que no logra llegar a la metafísica ni a la trascendencia: “el ente que menos se deja entender a partir de este concepto de ser es el ente que nosotros somos y que Heidegger llama Dasein” (68). Y añade después: “Heidegger afirma que el saber histórico es un saber de nosotros mismos” (113).

Nuestro autor, para entrar en materia lo antes posible, comenzará por recurrr a san Agustín el gran filósofo de la historia, quien en un párrafo de sus Confesiones (Libro 11), afirmaba que “el tiempo sería algo que «tiende hacia el no ser» (tendit non ese)”. Enseguida añadirá que para el santo de Hipona y gran parte de la filosofía cristiana: “solamente el presente es, mientras que el pasado decimos que ya no es y del futuro que todavía no es. El tiempo sería, como buena parte de la tradición filosófica y toda la tradición científica lo representa, un flujo continuo cuyo peso ontológico recae enteramente sobre el presente” (18).

Precisamente, cuando se separa de hecho de sus maestros, es cuando su ensayo resulta más interesante y es que cuando aporta a partir de ellos cuando arroja luces de verdad valiosas: “El filósofo ha de ser historiador y el historiador de la filosofía ha de ser filósofo” (73). Y páginas después añade: “si el historiador es capaz de entender los acontecimientos históricos, es precisamente porque es un ente ontológicamente preparado para repetir posibilidades” (149).

Respecto a la causalidad histórica es cuando nuestro autor afinará más y llegará a certeras conclusiones: “buscar la causa de un acontecimiento histórico no significa determinar las circunstancias en las cuales tiene lugar un fenómeno, sino descubrir lo que pensaba el personaje histórico y que le animó a llevar a cabo la acción” (153-154). A lo que añadirá: “el historiador no tiene que estar de acuerdo con los pensamientos que reactualiza. Solamente tiene que comprenderlos, no aceptarlos.” (155).

José Carlos Martín de la Hoz

François Jaran, La huella del pasado. Hacia una ontología de la realidad histórica, ediciones Herder, Barcelona 2019, 206 pp.