La inculturización de la fe cristiana en China en el siglo XVI

 

Mucho se ha escrito sobre la apasionante aventura del jesuita Mateo Ricci para llevar la fe cristiana a china en el siglo XVI con una profundidad que ha perdurado hasta nuestros días. Esto es lo que realmente ha quedado y no la disputa acerca de la validez de los ritos chinos y la denominación de Dios en cantonés (233-234).

En este nuevo trabajo de síntesis publicado por la investigadora italiana Michela Fontana, basado en el epistolario de Ricci y en sus informes dirigidos a los superiores de la Compañía de Jesús, se empieza por la formación romana: "La educación y la formación recibidas en los cinco años pasados en el Colegio Romano –felices e intensos, como Mateo recordaría muchas veces en sus cartas desde China- le había proporcionado una preparación cultural fundamental para su vida. Esta iba a ser el equipaje indispensable para cumplir su trabajo evangelizador en Oriente" (19).

Es interesante el método evangelizador desarrollado por Ricci en China. Por una parte, lograr captar la atención de la clase culta y dirigente del país, fundamentalmente a través de sus conocimientos en geografía, matemáticas y astronomía. A la vez que tenía que rechazar una y otra vez la acusación de usar la alquimia o conocimientos exotéricos y extraños a un sacerdote cristiano (230).

También el hecho de vestir como los bonzos, aunque con birreta cuadrada como la de los sacerdotes cristianos de su época,  le obligaba a comportase de modo coherente con la castidad, no como los bonzos que tenían fama de no cumplir ningún voto.

Después, ya personalmente y en pequeños y selectos grupos, irá explicando la fe y el catecismo a las personas interesadas. Son pocos los bautismos que impartirá a lo largo de su vida, comparado con la impresionante primavera japonesa contemporánea, pero sí que imparte una sólida formación de modo casi personal a sus catecúmenos (243).  

Para Ricci es fundamenta la rectitud de intención del que se acerca al bautismo o a la Iglesia, y procura evitar todo lo que pudiera ser sospechoso de coacción en la fe o de falsos intereses a la hora de la conversión (28).

Es interesante en la misión de Ricci y de los sucesivos compañeros en la misión apostólica en China que fue teniendo, la influencia de las orientaciones que recibió del visitador jesuita Valignano, cuando se entrevistó con él en Macao (31). Toda su vida dependió de las ideas que recibió (106).

Es más, la inculturización, modo de vestir, aprendizaje de la lengua y de las costumbres, adecuación a los modelos y etiqueta de la cultura china, incluso el plan de formación con los catecúmenos, son ideas recibidas de Valignano, aprendidas por éste en Japón. Captar esto hace más fácil entender que lo propio de Ricci fue llegar al fondo de la cuestión, a las causas y las raíces de las actuaciones de los chinos: su manera de entender y tratar a Dios, tanto a nivel teológico como científico, Ricci seguirá a  Valignano (236).

 

José Carlos Martín de la Hoz

Michela Fontana, Matteo Ricci, Un jesuita en la corte de los Ming, ed. Mensajero, Bilbao 2017, 359 pp.